El Swinging London
Uno de los fenómenos cruciales de la década de los 60. Londres se convirtió en el centro del mundo de las culturas juveniles. En 1964, los laboristas de Harold Wilson llegan al poder y se establece un clima de mayor permisividad. Lo joven se convierte en la locomotora de una Sociedad Inglesa que ya no domina ningún Imperio y que quiere, que necesita cambiar. Y todos los trenes partían de Victoria Station.
Un estallido de modas y modos, sonidos e imágenes, creatividad joven en estado puro, que generaba sensaciones nuevas, una semana tras otra. También un nuevo Estilo de Vida, desinhibido, hedonista, superador y dinamitador del entramado de clases sociales. Provocador, desvergonzado a veces, despreocupado, inocentemente extravagante.
Los jóvenes, con algo de dinero en los bolsillos, no piden, exigen nuevas sensaciones, nuevos talantes para desmarcarse de lo rancio, de los Papás y la Vieja Europa/Inglaterra de Posguerra, que olían a pudding, posos de té y naftalina.
Tom Wolfe, en su muy recomendable La Banda de la Casa de la bomba y otras crónicas de la Era Pop (1983, Anagrama), resumía perfectamente el latido de la época:
"En el fin de semana de Pascua, Tiles estaba abierto todo el día y toda la noche, y la gente puede hacerse una idea de la Vida Total, en el día en que todos pueden vivir completamente, a lo largo de todo el día, en un mundo de estilo mod, empapado de música, ajustado, desatado, un mundo de salto, brinco y fuego, viviendo un papel (Caballeros de los Pantalones de Taleguilla, Damas de los Mini Mons) en vez de un trabajo. Toda idea de clase obrera o de cualquier clase social, era absurda, salvo que..."
La cultura de estos melenudos irredentos no se limita a ser una subcultura, es la Cultura. Ninguna expresión artística se escapa de esta sacudida telúrica. En moda, Mary Quant y la minifalda, las chaquetas entalladas de tres botones, los colores desmedidos (mandarinas, verdes manzana, amarillos limón, fucsias), las parkas modies, las levitas byronianas de los Nuevos Dandies, el punto, los jerseys de cuello alto bajo la americana, camisas con cuellos mao... Fotografía (David Bailey, Terence Davison) de colores saturados e iluminaciones intensas, arcovoltaicas. Artistas multimedia avant la lettre (Peter Blake, el creador de la portada del Sgt. Pepper's). El teatro y la literatura de los Jóvenes Airados (Colin Wilson, Doris Lessing, John Osborne, Joe Orton). Los estertores del free-cinema (Tony Richardson, Karel Reisz, Lindsay Anderson, John Schlesinger) y las locuras de Richard Lester, con los Beatles o sin ellos (The Knack, 1965, Golfus de Roma, 1966). Nuevos rostros en la Pantalla (Peter O'Toole, Albert Finney, Michael Caine, Vanessa Redgrave, Richard Harris, Alan Bates, Sarah Miles, Richard Burton, Rachel Roberts, Tom Courtney, Julie Christie, Terence Stamp). La Televisión refrescante, con productos como Los Vengadores; Ready, Steady, Go; The Thunderbirds, y Top of the Pops. Peinados, flequillos milimétricamente recortados, pestañas postizas endurecidas con kilos de rimmel.
Y la Música: el Pop, el Rhythm 'n' Blues, el Beat, el Soul Blanco, el Protogarage, el Mersey-beat, la Arrogancia Mod, el Pop-Chicle de Banda Ancha (Lulu, Tom Jones, Sandie Shaw, Petula Clark, Cliff Richard)...
Un detalle importante a tener en cuenta es que buena parte de estos creadores era de origen humilde, hijos de la clase obrera. El lumpen ascendiendo vertiginosamente por el esclerótico sistema de castas británico. Partieron la tarta con las dos manos y se zamparon las mayores raciones.
El cronista más lúcido, mordaz e irónico de aquellos años rutilantes fue, a mi juicio, Ray Davies, líder de los Kinks, sobre todo en canciones como Dedicated Follower of Fashion (1966), o Waterloo Sunset (1967).
El film que mejor retrata ese Londres trepidante es Blow-Up (1966), una elusiva y vanguardista reflexión sobre la dualidad fantasía/realidad. A pesar del estilo hermético, típico de Michelangelo Antonioni, el montaje espasmódico, los flashes casi subliminales, los encuadres insólitos concentran bien el aroma de esos momentos. Además, la (casi inexistente) trama gira alrededor de un fotógrafo de modas londinense que cree que ha visto un asesinato a través de su cámara, pero las evidencias desaparecen. ¿Qué es verdad? ¿Qué es ilusión? Es paradójico que la película más representativa del Swinging London fuese producida (Carlo Ponti), dirigida (Antonioni) y fotografiada (Carlo di Palma) por italianos, con música de un jazzman estadounidense (Herbie Hancock), basándose libremente en un relato de un argentino francófilo (Julio Cortázar).
Muchos autores coinciden en fechar el fin de este fenómeno: 1966. Yo creo que el epítome y el canto de cisne fue el Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band (1967). La inflación subió bruscamente, hubo huelgas turbulentas, Vietnam ya estaba ahí, la Brigada Antidroga perseguía con cierta saña el consumo de las medicinas maravillosas. Los líderes-creadores, antaño inconscientes y disipados, habían acumulado ya mucho dinero, se volvieron perezosos y ya no salían tanto por la noche. Algunos buscaban vías místicas y espirituales (agárrame ese gurú). Muchos de ellos pugnaban por superar la inocencia de esos años, ennobleciéndose culturalmente, trascendentalizando sus productos, haciendo, en definitiva, Arte Adulto. El Viejo Truco de la Coartada Cultural.
Carnaby Street, Hyde Park, los Mini-Cooper, las lambrettas, King's Road, Male West One, las playas/ring de Brighton, las anfetas, las guitarras Rickenbacker... Nombre, objetos, lugares, riffs míticos.
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