Patentes de corso
En estos dos días de temporal hemos podido comprobar que en nuestro país aún pervive una figura que en la mayor parte del mundo occidental desapareció hace siglos: la patente de corso (Los curiosos de la historia pueden revisar la definición de corsario en la Wikipedia). Anoche, con retenciones de más de cincuenta kilómetros en los túneles de Guadarrama, la empresa que explota la autopista de peaje AP-6 siguió cobrando el importe del mismo, aunque no cumplía con su parte del trato en esta transacción: ofrecer a sus usuarios una fluida y rápida conducción.
Esta misma mañana, se aconsejaba a los usuarios utilizar una autopista de pago en Burgos, cuando no se habían molestado en limpiar las calzadas con las máquinas quitanieves. Por supuesto, también cobraban el peaje.
Al parecer, ambas prácticas son legales y están amparadas por nuestros poderes públicos. Lo kafkiano de todo esto no es que las concesionarias de ambas autopistas pretendan cobrar, algo perfectamente entendible en nuestro país, que ostenta el raro privilegio de contar con la clase empresarial más ventajista, casposa, atrasada, injusta e insolidaria de todo el continente, sino que nuestro Gobierno no intervenga a los cinco minutos de enterarse de la existencia de estas prácticas abusivas, acabe con ellas al instante, imponga una sanción ejemplar a las compañías, y rescinda los contratos existentes con éstas para la explotación de las mencionadas vías de comunicación. Porque de una situación de emergencia estamos hablando, no del puente del 15 de Agosto.
Seguramente, la legislación no contempla estas situaciones. Patético. Y los poderes públicos no velan para evitar que se pisoteen nuestros derechos. Patético. Nuestros gobiernos son muy complacientes con los intereses de las grandes corporaciones. Por lo tanto, también se puede hacer caja en situaciones de emergencia (1).
- Hace unos pocos meses, en la Comunidad de Madrid, la empresa explotadora de una de las nuevas autopistas radiales de pago quería cobrar a un camión de bomberos que acudía a toda velocidad a atender una emergencia. Esto no es una leyenda urbana, es la dura y pura realidad