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13 de mayo de 2007

Asesinato en la Ceremonia de entrega de los Premios 20 Blogs

Sí, yo era el último que había llegado a la redacción y, además, era el más joven con diferencia en una sección en la que la edad media de sus integrantes era lo suficientemente elevada como para que su interés por la cultura y las últimas tendencias fuera el mismo que el que sentían por la extinción de las focas monje. Ahora bien, todo esto no podía justificar la infamia de haberme enviado a cubrir la entrega de unos premios que sólo le interesaban al anfitrión, y a las madres y abuelas de los finalistas. Y ni siquiera a todas las abuelas, porque sólo uno de los premiados sacaba tajada monetaria del asunto. El resto recibía una estatuilla que parecía obra de un escultor de esos que tanto gustan a los alcaldes socialistas de las ciudades-dormitorio de los grandes cinturones metropolitanos, y un diploma mal maquetado en Word. Localicé al camarero de la bandeja suculenta y me agencié mi segundo whisky, que sin ser bueno al menos no sabía a benzol, como el de la inauguración del pasado lunes de la exposición de aquel pintor conquense que insistía en hablar con acento francés y que era amante de la coprofagia.

El acto aún no había empezado, por lo que los asistentes se entretenían en lucir alternativamente sus ingenios y sus genitales, mientras fingían que no les interesaban en absoluto los premios, el dinero, ni los programas del corazón de las cadenas televisivas. Encontré un rincón más o menos solitario donde refugiarme al calor de un tercer bebedizo y una buena ración de jamón de bellota que había requisado a un camarero letón, o al menos con una pinta de letón bastante homologable. Está bien, había sido un buen chico, había obedecido la orden y estaba allí, pero no estaba dispuesto a cruzar ni una sola palabra con aquellos blogueros atorrantes, en su mayoría analfabetos funcionales, que creían que habían inventado el periodismo ciudadano, inmediato e interactivo 3.0, 4.0 o 5.0. ¡Maaaaammmmbo! Yo era un profesional titulado, que hablaba dos idiomas y que había cursado un máster en una universidad impecablemente anglosajona. Y era, y sonreí al recordar el tópico, un periodista de raza. Aquellos ventrílocuos de Internet no encontrarían una auténtica noticia ni aunque se la tatuasen en el bajo vientre.

Siendo ésta una gran humillación, no era, sin embargo, lo peor. Lo peor había llegado hace quince días, cuando el redactor jefe me conminó, y cito su frase textual, a que me empapara del espíritu de la blogosfera hispana. No estaba seguro de haberme empapado lo suficiente, pero aburrirme me había aburrido. Mucho. Aquel inmenso océano de mediocridad. Todos aquellos jóvenes (y a veces no tan jóvenes) sensibles a los que el exceso de hormonas ofuscaba su nulo talento narrativo. O esos colgados de los aparatos que comunicaban, alborozados, que habían conseguido hacer funcionar en su iPod un programa en linux para rellenar la Primitiva. O esos pedantes pretenciosos y sin criterio, ético o estético, que no dejaban de regurgitar en sus blogs las creaciones de los ilustradores y los fotógrafos más cool. O los adoradores de las últimas necedades de la cultura trash japonesa. O los que ponían vídeos de Luis Aguilé y demás luminarias del Bajo Franquismo. Dada mi naturaleza obstinadamente heterosexual, los únicos momentos de paz y sosiego espirituales en tan titánica labor habían llegado en las visitas a las webs de esas muchachas que se fotografian o filman en tanga y sujetador. Cierto es que en ocasiones amenazan arteramente con reflexiones íntimas o desgarradores poemas, pero con no leerlos...

A pesar de que los organizadores, previsores y certeros, habían ubicado el sarao en un recinto de dimensiones faraónicas, suficientes para contener los descomunales egos de los invitados, la desgracia se hizo tangible en forma de camarero con bandeja repleta de ahumados y canapés de marisco, que recaló muy cerca de mi solitario refugio. No tardó en entrar en su órbita un planeta y un grupo de satélites y corpúsculos más o menos errantes. El planeta en cuestión era un blogstar etiqueta negra, seguido por su cortejo de acólitos y coristas. Aquella adoración era como la que sienten los artistas principiantes por los Maestros Consagrados, aunque había podido comprobar empíricamente que si criticabas furibundamente a alguno de éstos rara vez había reacciones en contra de tu opinión, mientras que si se te ocurría censurar en un medio offline a un pope de la blogosfera, a los treinta minutos te habías convertido en el criminal más buscado por el FBI.

No dejaban de parlotear de taxonomías, del intelligent tagging, y de las delicias del delicious... Eran peor que la tuna... Usaban demasiadas palabras con un número de sílabas que ni ellos, ni el común de los mortales, eran capaces de articular con propiedad. Cuando el planeta empezó a pontificar sobre la web semántica empecé a fantasear con los Diez Venenos Más Letales e Indetectables que, curiosamente, había mencionado en su blog. Afortunadamente, la entrega de galardones comenzó, por lo que dejaron su jerigonza 2.0 y se dedicaron a lo que les había llevado allí: criticar y despellejar, pública e inmisericordemente, a todos los premiados y nominados.

Pasaban los minutos y pasaban los agraciados. ¡Por Polanco y las diez plagas de Egipto! Había más categorías que en los Grammy. Aunque en éstos de vez en cuando sale al escenario una tía buena semidesnuda y algo pasada de coca que aligera un poco el espectáculo. Aquí no. Todo era buen rollo, falso espíritu de camaradería grupal y corrección política. Y, por lo visto, entre las blogueras presentes no había ninguna con un vestido de escote vertiginoso que hubiera abusado de ciertas sustancias psicotrópicas. Aunque el hecho de que por mis venas corriera más líquido de procendencia escocesa que sangre nublaba un tanto mi juicio, hasta tal punto que estoy casi seguro de que ya no podría diferenciar una web de una fragata.

Llega el Premio al Mejor blog de Sexo y Nuevas Tecnologías. La galardonada es una documentalista algo disléxica de Sonseca que se hace pasar por una insaciable y devoradora dominatrix bisexual, culé y maquera acérrima. Entrega la distinción un conocido pornógrafo y gastrónomo de Palafrugell. En tan gozoso momento, como dice la canción, de repente suena un disparo como un cañón. El pornógrafo se abalanza sobre la documentalista y caen ambos al suelo con cierta aparatosidad. Gritos, carreras, unos vasos que se rompen... Y cuatro vigilantes de seguridad que placan a la que por su vestimenta y peinado parece una imitadora de Louise Brooks. Ahora bien, la contundente realidad de pesar ciento diez kilos y lucir una poblada barba afean un tanto el conjunto. El pornógrafo y la documentalista se levantan del suelo sanos y salvos. El presentador del evento, retrechero y juncal, aparece y calma a la audiencia, informando de que todo se trata de una broma. Que el arma no es real. Uno de los satélites dice un nombre y todos asienten complacidos. Al parecer, el falso agresor y la documentalista son enemigos irreconciliables y se han cruzado en numerosas ocasiones críticas e insultos en sus respectivos blogs. Otro señala que es algo que ella se venía mereciendo por haber cerrado los comentarios de su bitácora. Más allá alguien apuntala esto último afirmando que un blog sin comentarios no es un blog. El planeta disiente. Y todos se vuelven a enzarzar en una discusión X.0. La ceremonia se reanuda.

Yo, por mi parte, tomo la decisión definitiva. Beber hasta que todos los bloggers o todos los camareros me parezcan letones. Lo que ocurra antes. Es mejor así. Porque a estas alturas de la fiesta ya no emplearía balas de fogueo.

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10 de octubre de 2006

Vaginas de perfil bajo

Efectivamente. Las mataron a polvos. Mis amigas, que se fueron de vacaciones sexuales al Caribe este verano, regresaron ahítas, pero contentas. Es reconfortante comprobar como algunos tópicos útiles y beneficiosos siguen estando plenamente vigentes. Todas ellas coincidieron en señalar que los machos de aquellas benditas tierras conseguían conciliar cantidad y calidad. Algo que en el pálido y frío mundo occidental cada vez es más difícil de encontrar. La más atrevida y práctica del grupo regresó con una réplica en silicona del miembro de su compañero de fatigas, como recuerdo sentimental que amenizará las largas tardes de invierno. He de confesar que el artefacto en cuestión, a pesar de ser visto así, en frío y totalmente descontextualizado, era de una prestancia y donosura más que sobresalientes. Las chicas comentaron que es la última moda allí: ir a un establecimiento con tu garañón temporal a que le hagan una reproducción 1:1 de su polla. Incluso puedes elegir el color y los materiales del artefacto. ¿Asistimos al nacimiento del souvenir liberado y posmoderno? ¿Una nueva forma de comercio justo?

Escuché todas sus aventuras y hazañas, pero no sentí ni envidia, ni remordimientos por no haber ido. No niego que este tipo de excursiones sean entretenidas, e incluso saludables, pero para que sean verdaderamente higiénicas y eficaces a medio plazo han de apoyarse en cierta estabilidad sexual en la vida cotidiana. Y, no nos engañemos, ninguna de nosotras podía presumir de ello. Salvo Sonsoles, claro.

El cómo y el porqué del éxito erótico, ya legendario, de Sonsoles es uno de los Grandes Misterios del Universo, a la altura del origen de los agujeros de gusano, la antimateria o la receta del tiramisú perfecto. No era guapa ni tenía un tipazo. Era tímida y callada. Pero en cuanto esbozaba dos medio sonrisas de las suyas todo varón que las contemplaba sentía la repentina e imperiosa necesidad de convertirla en su peluche sexual. Algunas de nosotras especulaba que era una dominatrix voraz e implacable en la cama y eso era algo que los varones pueden olfatear a distancia. Otras opinaban que era una cuestión de feromonas. Que las suyas eran de las buenas, altas en nicotina, cafeína y colesterol. Cuando la preguntábamos por sus hazañas bélicas no soltaba nada, la muy zorra. Se limitaba a ponerse muy colorada y sonreír de forma aviesa. Esa sonrisa. Prometo por mi honor de dama y ex-judoka tercer dan que algún día le arrancaré sus secretos. A dentelladas, si es preciso.

Otra razón para no añorar el semental tropical como concepto era que ya llevaba unas cuantas semanas con cierta regularidad en mi nivel de coitos, que había rotos los largos meses de barbecho. Cierto es que la calidad no era como para enorgullecerse de ello, pero por poco se empieza. Si algo me ha enseñado mi experiencia profesional en el neo-liberalismo imperante es que las grandes ganancias se producen cuando aguantas con un valor que sabes que es sólido el suficiente tiempo como para que suba vertiginosamente en el IBEX. Sé que me gusta el sexo, sé que no soy mala follando, ergo tarde o temprano encontraré a mi John Holmes, ese caballero al que le gusten Matisse, las comedias de Billy Wilder y las escapadas al Norte.

Mi suerte cambió con una cita con un headhunter de una empresa rival. Atractivo, competitivo, dominante pero inoperante en la cruda intimidad, donde los símbolos de estatus ya no sirven. Cuando no era el stress que le impedía llegar al grado de tensión mínima exigible, era un eyaculador no precoz, fulminante. En ese estado le sonreías, le decías Pyongiang, o ibuprofeno y se corría. Tuve bastante paciencia y al final conseguí un par de buenos minutos de él. Pero le dejé de telefonear cuando se atrevió a defender el fútbol italiano. ¡Hasta ahí podíamos llegar!

El siguiente fue un chico sensible y delicado, de esos que le gustan el be-bop, el couscous y las películas armenias. De esos que se enorgullecen de su lado femenino. El caso es que en cuanto le acariciaba su lado masculino se convertía en un poderoso ariete, martilleante e incansable. Serían cosas de su karma. O que era de Palencia y había pasado mucho frío de niño. Pero me aburría su suficiencia cultural. Y no toleraba subirse a mi BMW serie 7. Ya no estoy para integristas seudoprogres. Ir en metro no es ni romántico, ni cómodo.

Y llegamos al actual. Un profesor de sociología de 52 años. Tiene sentido del humor, en la cama es lo suficientemente honrado e inteligente como para no querer demostrar cada vez que es un superatleta sexual, y no trata de aleccionarme culturalmente. También me cuenta anécdotas divertidas de la investigación que está realizando, junto a otros colegas de universidades de toda Europa, sobre la mujer occidental contemporánea. Me gusta sobre todo cuando bromea sobre las tipologías y el sexo. Afirma que hay vaginas de perfil bajo y vaginas de perfil alto. De modo muy astuto me halaga diciendo que yo formo parte aún de las primeras, pero que no tardaré en acceder al estado superior. Y es justo lo que una chica ya no tan joven necesita escuchar, que es una vagina de perfil alto.

Propósito del día: Encontrar unos ferragamo lo suficientemente cómodos como para poder ir con ellos a un concierto de los Arctic Monkeys.

Oxímoron español del día: Derecha civilizada.

Deseo para hoy: Que dejen de molestarme con lo del reloj biológico. A todas las mujeres de mi familia se nos retrasa.

Frase del día: "Siempre sabrás qué clase de persona cree un hombre que eres por los pendientes que te regale". (Audrey Hepburn)

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31 de agosto de 2006

Eyaculan, luego cabalgamos

Me he despertado con la mano derecha pringosa. Dado que ningún varón ha eyaculado en, hacia, para, por, sobre, dentro o cerca de mí en los últimos cuatro meses me inclino a pensar que me he quedado dormida masturbándome. O a lo mejor es leche condensada, no estoy segura... Cerca de mí.... Já. Ningún hombre ha eyaculado en un radio de cien kilómetros a la redonda. Aunque según mi círculo femenino más próximo, los hombres ya no emiten como los de antes. Que todo el asunto se ha convertido en el taponazo de un champán malo de esos que dan en las bodas de la clase media, todo ruido y nada de burbujas. Si es que ya no hay pasión. Los televisores de 32 pulgadas y los sofás grandes y mullidos han acabado con la pasión. También están haciendo mucho daño a los tíos todo eso de la metrosexualidad, y el porno de Internet, claro está (NOTA: Desarrollar estas cuestiones en una entrada futura). Otro punto que no debemos olvidar es que las democracias burguesas contemporáneas no son marcos que propicien o estimulen la pasión. Dónde esté un buen régimen zarista... Esas historias violentas y arrebatadas de pasiones turbulentas e incontrolables de los escritores rusos. Eso era pasión, lo demás es fútbol de Capello.

Hoy vuelvo al trabajo después de las vacaciones. Duro e inexorable. Como estoy tan blanca como antes de irme, he tenido que hacer muchas fotos. Miles de fiordos. Miles de fotos. Si una se va de vacaciones y al volver no tiene una marca blanca en la zona pélvica ha de hacer muchas fotos para rentabilizar el viaje. Ir a Suecia no fue una buena idea, después de todo. Todo era muy caro, y debo de ser la única turista meridional que no se ha tirado a un nativo allí en los últimos quinientos años. Soy la vergüenza de mi sexo. Y a veces también del otro.

Mis amigas decidieron marcharse a la República Dominicana a que, y cito palabras textuales, las mataran a polvos sin tener que preocuparse de nada, salvo garantizarse el suficiente acopio de condones de confianza. No fui con ellas porque una compañera de la primera planta lleva con la foto de un portorriqueño saleroso como fondo de escritorio del ordenador más de un año. Y cuando alguien dice cerca de ella palabras como mami o papi se pone a gimotear. Me conozco, y tal y como está ahora mi cabeza, el riesgo de acabar así si viajo al Caribe es alto. Bueno, mañana vuelven de su excursión y podré disfrutar de sus aventuras sin daños colaterales.

El trabajo otra vez... Estar empleada en un puesto de responsabilidad de un departamento de recursos humanos de una empresa extranjera localizada en España es la situación legal más cercana a la de un alto cargo de la Gestapo de los buenos tiempos. Afortunadamente, es un papel que ya no me creo, no me lo tomo como algo personal y sólo saco de ello la buena paga. Y el seguro médico y la plaza de aparcamiento, claro.

Tengo que concentrarme en regularizar un poco mi patético ritmo de coitos. Estoy en una edad muy delicada y no me haría ninguna gracia acostumbrarme a no rematar a puerta con cierta frecuencia. Hablando de fútbol, aún a riesgo de que me acusen de frívola y superficial, he de confesar que mi fe barcelonista se ha reforzado notablemente este verano con la acertadísima política de fichajes del equipo. Thuran y Gudjohnsen están que crujen. Por eso el Barça es más que un club. Ya veo a la madridista de turno gritando, desencajada, ¡¡¡Cannavaro!!! ¡¡¡Cannavaro!!! No, a estas alturas del partido ya no aguanto a un italiano pegajoso más. Por éstas que son cruces. Además, Lucía me confirmó poco antes de las vacaciones que Paolo, el tipo ese que mandaron desde Londres para estudiar el método que utilizamos aquí para sobrevivir a la migración a UNIX, un lombardo guapo y prototípico, no es nada fiable en lo de las eyaculaciones. Much ado about nothing.

Propósito del día: No mancharme la blusa comiendo, que los de la tintorería todavía están de vacaciones.

Oxímoron español del día: Empresario moderno.

Deseo para hoy: Que la gente entienda que, a pesar de ser mujer y tener treinta y tantos años, no me gusten Juanes, Shakira o las películas de Sandra Bullock.

Frase del día: "Tus vestidos deben ser lo suficientemente ceñidos para mostrar que eres una mujer, y lo suficientemente holgados para demostrar que eres una dama". (Edith Head)

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26 de julio de 2006

El cambio climático empezó ayer

Un fogonazo.

Una imagen.

Quiero follarme a una tía buena.

Suena el despertador.

Se desnuda y se mete en la ducha. El agua se desliza por su piel con la temperatura justa. Otra vez la imagen. Nota como se le endurecen los pezones. Su mano va al encuentro de su vagina con cierta premura.

Un vaso de leche de soja. Dos tostadas de pan de centeno.

Quiero follarme a una tía buena.

La evidencia empírica de estar casada con un macho alfa de su especie y de ser madre de dos crías hembra gemelas (que ella quería creer que también eran de su especie, aunque a veces lo dudaba) hacían que este pensamiento/imagen recurrente fuera algo inesperado. Aunque como la gente opinaba, y ella también, en esta vida todo era cuestión de perspectiva.

Recordó que varios libros de autoayuda sostenían que los cuarenta era una buena edad para empezar a olvidar ciertas convenciones sociales. Ella tenía 38. A lo mejor es que era un poco precoz. Ahora bien, el asunto no consistía en que alguien quisiera comerse su queso, sino que a ella, de un modo un tanto repentino, le apetecía probar quesos distintos. Cuestión de cabañas ganaderas diferentes.

Decenas de rubias californianas ultrasiliconadas frotaron sus tetas prodigiosas contra su pelvis camino del trabajo. Conducía un SUV lo suficientemente alto y lo suficientemente aparatoso para que llevarse frecuentemente la mano a la entrepierna no supusiera un riesgo para su merecida fama de dama de exquisita elegancia y gustos refinados.

En cuanto se sentó frente al ordenador, abrió el navegador y fue a Google. Era principios de agosto y en la oficina no quedaban ni los becarios. Bueno, estaba aquel chico nuevo que administraba la red local, pero no tenía ni el conocimiento, ni la motivación suficientes para ir más allá de aparentar que hacía algo en todo el día. Además, desde que había aprendido a usar los proxys gratuitos que hay en la Red se sentía segura y ágil, como aquella gacela que ya no teme al león porque sabe que hay otras gacelas más lentas que ella. Tecleó quiero follarme a una tía buena.

El primer resultado era una web de jacas rusas y demás subtipos eslavos, tan rubias como altas, y un tanto anoréxicas, que buscaban varones alfa occidentales para formar familias, o jugar al ajedrez. El segundo resultado era un blog especializado en arte renacentista. El tercero, el blog de un diletante que igual hablaba de vikingos, que de cineastas caboverdianos, o de grupos tibetanos que hacían surf-rock. El cuarto era una web pre-web 2.0 llena de frames, con imágenes de tías desnudas más vistas que el coño de Paris Hilton. El algoritmo de Google ya no es lo que era, pensó decepcionada, mientras cerraba el navegador y abría el Outlook para comprobar las dos cosas que tenía que hacer hoy.

Era mediodia. Estaba aburrida. Tenía hambre. No, tenía gula. Fue al piso de abajo y sacó de la infame máquina una bolsa del producto más alto en colesterol, toxinas y aditivos. Se sorprendió al ver a Berta. Pensaba que estaba ya de vacaciones con ese novio nuevo suyo en alguna isla diminuta de nombre impronunciable. Intercambiaron unos cuantas trivialidades, se rieron con un viejo chiste sobre penes y calibres y cada una volvió a su jaula habitual.

Cuando iba de camino a casa volvió a tener esas imágenes, que ella calificaría de erógenas delante de las amistades, pero que eran, definitivamente, guarras. Guarras, llamemos a las cosas por su nombre. En medio del carrusel de playmates de importación, se distinguió de repente el atractivo rostro y el cuerpazo de Berta. Sólo tenía un año menos que ella, pero parecía mucho más joven. No había parido, se cuidaba, y procuraba cambiar de novio (joven) muy a menudo, por lo que siempre estaba en plena forma. Berta está muy buena. La cabrona, añadió.

La casa estaba vacía y silenciosa. El macho alfa estaba rematando unas cuestiones de trabajo fuera de la ciudad para poder pasar el resto del mes de vacaciones. Las crías hembra estaban con los abuelos en el chalet de la sierra, que ni era un chalet, ni estaba en la sierra, pero diciendo eso se ahorraba un montón de explicaciones ulteriores. Se masturbó concienzuda y despaciosamente mientras se daba la preceptiva ducha del atardecer.

Antes de acostarse navegó un poco. Mientras cenaba, ya había consultado la carpeta del porno del ordenador de su marido, que solían ver los dos juntos en las aburridas tardes de domingo de invierno. Pero no era eso lo que ella buscaba. Predominaba el material de origen Playboy o Private, correctos, pero aburridos. Eran como El Corte Inglés, seguros, pero sin sorpresas. Visitó una web de tías tatuadas, un par de sitios sadomaso, con más cuero que nueces. Hasta se metió en un foro de post-adolescentes amantes del tuning y el fitness y posteó con el nick de Salida_69. Se acostó ante el peligro de acabar en un chat-java de maduritos interesantes.

La mañana siguiente le regaló la secuencia caliente del día anterior. Mientras desayunaba, empezó a sospechar que esto no se solucionaría con un buen par de polvos de su macho alfa. La perspectiva estaba variando, aún no sabía el rumbo final de ese cambio, pero lo que era evidente es que algo se estaba moviendo por ahi dentro.

Escribir 50 veces en una hoja Excel con un tipo Arial 30, negrita, color rojo cereza Quiero follarme a una tía buena no es algo que pase desapercibido en una oficina ni en el mes de agosto. Afortunadamente para ella, la que vio el mensaje inequívoco fue Berta. Sonrió ladinamente y dijo en un tono de voz alto y claro un firme yo también. Las dos mujeres se miraron de un modo que no dejaba demasiados resquicios a la duda. Berta, en un solo y hábil movimiento, recorrió el cuello de su amiga con la uña del dedo índice y desabrochó el primer botón de su blusa. Tardaron diez segundos en llegar al servicio de señoras y cinco en quitarse el sujetador.

Un par de gestiones rápidas en Internet y ya tenían vuelo con destino a Cerdeña esa misma tarde y una habitación en una villa junto al mar. Berta ocupaba un alto puesto directivo en la empresa. Suficientemente alto para justificar su ausencia días antes de las vacaciones oficiales de las dos. Berta estaba muy buena y además era muy operativa.

En un primer momento optó por avisar a su marido de las novedades surgidas con un simple SMS. Pero camino del aeropuerto pensó que esto no sería tan divertido como decírselo de viva voz. Así que le llamó y le informó del nuevo rumbo de los acontecimientos con brutal sinceridad. Él, como ella había previsto, no pasó de unos balbuceos ininteligibles y un par de monosílabos aún menos significativos. Antes de que empezara a rugir, que era la inevitable fase dos por la que pasa el macho alfa de la especie cuando recibe este tipo de noticias, le aclaró que no era algo personal contra él y que ni siquiera estaba segura de que fuera algo definitivo. Que de momento le apetecía tirarse a una tía buena repetidas veces. Nada más. Él sollozó un pocó y ella cortó la comunicación. Era sorprendente comprobar lo sentimental y poco amigo de los cambios que era el macho que le había tocado en suerte, se aventuró a pensar con cierto fastidio. Guardó el móvil en el bolso y besó en el cuello a Berta, gesto que no pasó desapercibido al sudoroso taxista que las llevaba al aeropuerto.

No le sorprendió en absoluto ver en la terminal a un buen número de mujeres de mediana edad, que emigraban en pareja a destinos irreprochablemente meridionales. The call of the wild, razonó, divertida.

La mañana era como la de un anuncio de desodorante. Unas viñas, ya cargadas con sus frutos casi maduros, no muy lejos del balcón. La cinta de un mar publicitaria y convincemente azul. Berta aún dormía. Para ser la primera vez que ambas se acostaban con una mujer, la noche había sido más que prometedora. Tanto que no dudaba en absoluto de que repetirían las operaciones antes y después de cada comida, como recomiendan todos los bromatólogos. Y no descartaba algunos durantes.

La temperatura era suave. El mar estaba en calma. Después de haber escuchado a todos los hombres del tiempo de las diversas cadenas televisivas repetir como un salmo obsesivo aquello de que este verano está siendo muy anómalo, recapacitó sobre el hecho de que quizás pronosticasen algo distinto. Que el tan anunciado cambio climático quizás empezase con sucesos como los que había experimentado ella estos últimos días. Que el deshielo había comenzado cuando unas mujeres habían decidido follarse a otras mujeres. No era más que una hipótesis muy provisional, pero ella ya había empezado a cumplir con su parte de la ecuación.

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17 de mayo de 2006

La Schlichting me pone

Siempre que llega el buen tiempo y el calor estoy revuelta unos días. Pero no es una cuestión de alergias. Simplemente es que se me calienta la mente y el bajo vientre. Bien mirado, a lo mejor sí que es también una alergia: a no poder tirarme a todo lo que se mueve.

Al principio empiezo con los hombres y todo se me vuelve pensar en pollas bombeando, pero esta profesión mía tiene esta parte mala, que tiene algo de rutina y de costumbre. Como al perro ese que le tocaban la campanilla y empezaba a fabricar saliva. En mi caso, veo a un hombre desabrocharse la bragueta y ya pierde el misterio. Es inevitable.

Como los hombres no me funcionan la mayor parte del tiempo como fantasías guarras, cuando estoy así como cachonda enpiezo a pensar en las tías. Sueño con Madonna, Terelu Campos y yo revolcándonos desnudas en la playa. O cuando salgo a la calle los primeros días de verano no paro de fijarme en las tetas de las chicas, y me da por jugar a adivinar de qué color llevan el tanga. O lo que es mejor, imaginar cuáles de ellas no llevan ni siquiera tanga.

Las primeras veces que me pasó esto me preocupé un poco ante la posibilidad de que me estuviera volviendo un poco bollera, lo que me afectaría a la larga en mi oficio, al menos en el tipo de clientela. Pero el caso es que no se me quitan las ganas de follarme a los tíos, no, es que en esos momentos me saben a poco. Es como si me volviera todosexual, así como los coches todo-terreno, y necesitara el roce y el tocamiento en el barro con mujeres como Dios manda.

Me acuerdo que una vez en que estaba en ese estado de, digamos, calentura sexual llamé a una amiga mía muy guapa y muy lesbiana, que siempre me dice que se va a casar conmigo y me va a retirar del negocio. Queridos lectores, funcionó estupendamente. Nos dimos unos buenos revolcones varios días seguidos, sudamos juntas como perras y me quedé así como con una paz interior y una relajación difíciles de explicar. Desde entonces, cuando llega esta parte caliente del año, la llamo para quedar y pasar un buen rato. Ella, como es buena tía y no es celosa, viene siempre que puede la pobre, que tiene un trabajo muy importante y de mucha responsabilidad, porque es escolta de un político muy importante de la derecha. No me preguntéis su nombre, que no diré nada. Esta servidora sabe guardar muy bien los secretos.

Ayer la telefoneé y quedamos para tomar un café después de comer, que no podía retozar luego conmigo porque le tocaba estar de guardia todo el día y toda la noche. Me dijo que lo que ella hace en esas etapas en que está muy cachonda y no puede acostarse con una tía es masturbarse pensando en una mujer muy decente, y mejor si es mandona y con el genio fuerte. Mientras volvía a casa tuve una revelación. En cuanto llegué allí me puse la COPE para oir a Cristina López Schlichting, que a católica no la gana nadie, y tiene carácter y mal genio. Y fue mano de santa. Me puse muy burra y me masturbé y gocé sola como hacía tiempo que no lo hacía.

Hoy he vuelto a repetir y no ha fallado. Y ha sido incluso mejor, porque a veces decía cosas o nombres en alemán y eso me excitaba aún más. O sea que cuando no tenga a mano una tía a la que tirarme en estos días de ajetreo, la Schlichting va ser mi fuente de inspiración. La COPE gana una oyente y yo tan feliz. No le veo más que ventajas. Si hasta una vecina muy beatona se ha puesto muy contenta cuando le he dicho que llevo unos días escuchando la COPE. Para que después digan que la radio es un medio de comunicación pasado de moda.

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23 de febrero de 2006

El negocio y el placer

Cuando un cliente mío me va cogiendo confianza sé que, tarde o temprano, me hará la pregunta. Siempre la misma pregunta. Oye, ¿tú follas por placer?. Y siempre ponen la misma cara y me miran como si fuera una mesa-camilla o un oso hormiguero. Al principio me cabreaba que siempre me tocaran los ovarios con lo mismo. Ahora ya no me molesta porque sé que los hombres sois animales simples.

Vamos a ver si lo explico clarito para que todos ustedes, caballeros, lo entiendan. Sí, sí follo por gusto, y me corro de verdad, y me excita que me toquen donde me gusta, y me pone cachonda jugar y decirle al chico en cuestión ven aquí, lobo mío, y cómeme entera. A ver qué se habían creído ustedes. Que una no es de escayola.

Toda práctica profesional tiene su parte de oficio y su parte de dominio de la herramienta. En mi trabajo también. Una sabe desconectar, tocar las teclas precisas, gemir y moverse lo justo para pasar el trámite y que el cliente salga contento de la faena. El oficio ya lo tengo controlado y mis herramientas las conozco desde que me empezó a crecer pelo ahí. Es lo que dicen en la sección de economía de los periódicos, la excelencia profesional.

Entiendo que la confusión puede venir porque la gente no le tiene cariño a su oficio. Todos creen que lo mío es como los pasteleros, que como andan todo el día liados con el dulce, acaban aborreciéndolo. No, amigos míos, no. Follar es una necesidad básica. ¿O es que los que trabajan en empresas de agua y electricidad no encienden la luz o no beben agua, o los que plantan las patatas no se las comen, o los que trabajan en una fábrica de colchones no tienen cama? Al follar no se le coge manía.

Cuando estoy trabajando, naturalmente, casi nunca siento gran cosa. Es lógico, una está a lo que está. Pero a veces sí me pongo burra con determinado cliente, porque me gusta lo que me está haciendo, o vaya usted a saber por qué. Esto no es como hacer palomitas en el microondas, no es una ciencia exacta. Pero son muy pocas veces. Creo que el único cliente que con el que disfruto siempre es Roberto, un administrativo de una notaría. Teníais que verle. Delgadito, bajito, muy poquita cosa, muy callado, muy serio. Y tampoco la tiene grande. Pero en la cama hace diabluras. Y dura, dura, dura... Él lo achaca a que hace yogas, y zen, y mantras, y no sé cuántas cosas más. Le va ese rollo. Y no le deben de faltar amigas, porque conozco yo a unas cuantas señoras que si les hace lo que me hace a mí le retiran y le ponen un piso. Yo creo que él viene a verme para lograr el equilibrio cósmico de su pilates, o algo así.

Así que ya lo saben, señores. No le vuelvan a hacer esa pregunta a su puta de cabecera. Nosotras somos como, por ejemplo, los informáticos, que después de estar todo el día trabajando con las máquinas, llegan a casa y enchufan la computadora para escribir en su blog, ver un DVD o echar unas partidas con un videojuego.

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16 de enero de 2006

Estándares

Maldijo por nonagésimo cuarta vez los malditos estándares. La página del demonio seguía sin validar en HTML 4.01 Strict. Ni siquiera pensó en Murphy, y eso que eran las 19:45 de un viernes casi primaveral. Cargó en el foobar la playlist de Tesoros Intemporales y dejó que desgranara los temas al azar.

Ol' Blue Eyes le invitó a volar hacia la Luna. El bueno de Frankie. Seguro que él se mofaría de los estándares, se desanudaría la pajarita, se tomaría tres martinis y llamaría a la agraciada del turno de guardia para que le ayudara a calentar la garganta y otras partes de su anatomía.

Repasó una vez más la hoja css. Ya no era capaz de diferenciar una coma de una gallina ponedora. Dejó que Peggy Lee terminara de ronronear el Fever, apagó el ordenador y salió de la oficina dando un portazo magnitud nueve en la escala de Richter.

Cuando iba camino del metro recordó que Arturo, el de Administración de Redes, le había invitado a lo que él, torticeramente, denominaba una fiesta loca de cumpleaños en la ciudad. Miró el reloj. Arturo no le caía especialmente bien y sus gustos musicales, cinematográficos y de vestuario eran espeluznantes, pero necesitaba urgentemente anegar su flujo sanguíneo con alcohol de muy alta graduación. Una descarga de sus reservas seminales tampoco le vendría nada mal. Al menos una de sus dos prioridades inmediatas se cubriría si iba a lo de Arturo. Encontro su número en el nokia. No tenía otra oferta mejor.

El ruido de la marabunta en aquel bar-café-restaurante de una franquicia californiana era ya ensordecedor y molesto. Entre los invitados a la fiesta apenas había compañeros del trabajo y, casi milagrosamente, el número de féminas crujientes y apetecibles no era desdeñable. Luego ése era el don de Arturo: una buena agenda y cierto criterio seleccionador. Algo insólito en un profesional de las tecnologías de la información. Los presentes reían, coqueteaban y jugaban con sus móviles y con sus egos con la soltura y presteza que permiten los estómagos recientemente abastecidos y una curva inexorablemente ascendente del contenido de alcohol en sangre. Había llegado el sagrado momento de la noche en que hay que elegir la rival con la que triunfar o estrellarse.

Tras una rigurosa y atenta batida, reparó en una morena a la que sorprendió ver en esta fiesta. Era una chica que trabajaba en el Departamento de Ventas. Se la podría definir como una especie de réplica autóctona de las neumáticas chicas de la Costa Oeste norteamericana, bilingüe, trepa, un poco estridente y con las inquietudes culturales de un lepórido. La había oído enorgullecerse en público de su gusto por Mariah Carey, la cerámica de Sargadelos, y las hazañas de cualquier freak televisivo. La sorpresa inicial no tardó en convertirse en comprensión y una cierta y malévola alegría interior. Comprensión, porque Arturo, cien por cien operatividad como se presupone en un profesional de su departamento, había optado en este caso por el continente y no por el contenido. Y alegría interior, porque había hablado con ella recientemente junto a la máquina de café y parecía pasar por una etapa que, siendo elegante, denominaría de conocimiento y cata de nuevas cocinas, tras una ruptura algo tormentosa con su novio, pareja o como diablos se llame eso. Hizo un gesto a una camarera para que le trajera otro whisky e inició las maniobras de atraque en el puerto elegido.

Ella ya había reído con ganas su cuarta o quinta ocurrencia cuando un majadero, bastante más allá de sus niveles de tolerancia a las bebidas espirituales, citó el nombre de un tugurio infecto de un polígono del extrarradio, templo de bakalas, reyes del tuning urbano y las faunas habituadas a esos biotopos. A todos los presentes les pareció una idea muy cool. A todos, excepto a él, ya que le costaba recuperarse de ese tipo de sesiones no menos de cuatro o cinco discos seguidos de Van Morrison, y un par de semanas sin probar ni una gota de alcohol. Pero por una vez iba a ser pragmático, y como sostienen esas mandangas zen, se convertiría en un junco flexible que se dobla y cede, sin romperse, al empuje del monzón y bla, bla, bla... Se concentró en lo que importaba, viajar en el coche de la jovencita en cuestión, calentar el material y llegar a un punto de fusión común y satisfactorio.

Los dioses del java y del xhtml estaban con él. La chica le hizo un gesto significativo al salir del restaurante para que la siguiera, ya que ella se había traído el coche. Al llegar al parking su orgullo masculino sufrió un fuerte golpe bajo cuando vio que su potencial compañera de juegos se subía a un Porsche Cayenne tan negro y reluciente como nuevo. Ella, con gran sentido del tacto y la diplomacía, le comentó que era parte del botín que había arrancado de las garras de su muy bien situado ex, la Gran Esperanza Blanca de la Consultoría y el Outsourcing. Y para remachar su triunfo en este primer round puso en el equipo hifi, a gran volumen, un grandes éxitos de Britney Spears. Ya que él no tenía ni idea de mantras tibetanos, recurrió al único método que un varón sensato tiene en situaciones similares para no perder el norte: concentrarse en su (generoso) escote.

Varias horas después, ella se sacudía ritmicamente como una diosa del tecno y él la admiraba en la distancia. Era incansable. Había sudado y bebido varios hectólitros de líquido, y allí estaba, como si estuviera empezando los estiramientos de calentamiento en su gimnasio. Él, por contra, se había limitado a beber con moderación un whisky infame muy diluido en agua y calcular cuántas cópulas completarían los presentes en el local al finalizar la noche.

Repentinamente, con esa mezcla de sorpresa y exactitud tan propia de los depredadores, ella se le acercó y le metió la lengua en la boca con potencia y precisión. Sí, parecía una señal. Incluso para él, tan dado a comprobar una y otra vez la excelencia del código escrito antes de darlo por bueno.

Tras unos cuantos frotamientos vigorosos más, se subieron al coche y se refugiaron en una zona oscura del aparcamiento de una nave de corrugados. El equipo de sonido vomitaba el último disco en inglés de Shakira. Mientras que ella comenzaba a desnudarle, pensó que, generalmente, los estándares y el rigor son un estorbo insoportable. Mientra le acariciaba los pechos no pudo menos que reconocer que, después de todo, siempre hay un momento en el que hasta Shakira suena bien.

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4 de diciembre de 2005

Linux es muy marrón

Menos mal que Ramón acaba de volver de Londres y me ha resuelto el problema. El caso es que la semana pasada la computadora agarró un virus muy malo, no sé dónde, porque yo no visito sitios raros, ni de pornografía. Bastante porno tengo yo todo el día como para buscar más en mis ratos de ocio. Nada más arrancar el windows y enchufar el modem salía un cartel de error muy feo y se reiniciaba el ordenador. Así una y otra vez. No me daba tiempo ni de ver el correo, o de consultar el saldo de mi cuenta en ING Direct (Sí, sí. Yo tengo mi dinero en ING. Soy puta, pero moderna). Y así no hay forma de funcionar.

Telefoneé a Ramón, que es un cielo, y vino enseguida. Me dijo que ya llevaba de vuelta un par de semanas. Me extrañó que no me hubiera llamado antes. Bueno, tras pelearse un rato con la máquina, me dijo que ya había limpiado el virus, que la cosa estaba cada vez peor, pero que él tenía la solución definitiva. Que me instalaba un linux de esos. Le pregunté si yo iba a ser capaz de manejarlo, que una es muy de sus cosas y sus costumbres, y ya estaba muy hecha a mi windows, y a mi outlook y al messenger. Ramón se rió un poco y me contestó que no me preocupara, que me iba a poner uno muy bueno y muy facilito, que sólo tenía que aprenderme los nombres de los programas nuevos, que funcionaban igual que los de windows, y una contraseña para hacer cuatro cosas. Yo confío mucho en Ramón y como me lo dijo todo tan convencido, le dije que bueno, que adelante, pero que no me quitara el windows del todo, por si me atrancaba en algo y tenía que usarlo. Él me tranquilizó, aclarándome que lo iba a dejar todo preparado para que al arrancar la computadora pudiera elegir linux o windows.

Mientras se instalaba el linux, nos dio tiempo a follar un poco. Noté una importante mejoría en la técnica de Ramón. No es que fuera el Nacho Vidal, pero ahora manejaba mejor los tiempos. Sabía que detrás de esto andaba una mujer, por lo que se lo pregunté sin rodeos. Me contestó que sí, que tenía pareja, una chica holandesa muy alta (me enseñó una foto de ella y, desde luego, era muy mona y parecía muy limpia) que había conocido en Londres y que se había venido con él a vivir aquí. Si es que es lo que digo siempre, la práctica lo es todo. También en los asuntos de cama, por supuesto.

Me alegré mucho. Ramón es un gran chico que se merece lo mejor. Además, siempre me enorgullece colocar a uno de mis clientes fijos con una buena mujer. Le dije que entendía que ya no me viniera a ver a menudo, pero que se pasara de vez en cuando. Es bueno para una profesional como yo refrescar sus conocimientos. Dudo mucho que en Holanda sepan nada nuevo en los asuntos de la jodienda, pero nunca se sabe... A través de Ramón iba a poder comprobarlo.

Después del folleteo y un cola-cao, Ramón supervisó mis primeros pasos en linux. Se llamaba ubuntu lo que me había puesto. A pesar de que eso sonaba a fiera africana, o a una de esas enfermedades tropicales incurables, así de nuevas era muy bonito y muy marrón. Y muy fácil de usar. Había de todo lo que yo manejo habitualmente. Además, Ramón había insistido mucho en que todos los programas eran libres. Ahí me ganó del todo, porque a mí me gusta mucho la libertad...

Pues ya me veis, vuestra Rebeca usando linux. Estoy tan contenta con él que no he vuelto a arrancar el windows. E incluso juraría que ahora, cuando me tiro a un tío, voy como más ligera, más firme. Es que no hay nada mejor que saber que una está trabajando sobre seguro.

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16 de noviembre de 2005

La prostitución y el copyleft

Esta mañana me he fijado y he visto por primera vez que también el 20 Minutos viene con eso de la licencia copyleft. Que hasta yo me he enterado de qué es eso del Creative Commons de tanto leer blogs, que todos lo ponen.

A mí me parece bien eso de compartir y dejar que los demás usen tus obras. ¿No vivimos en un democracia? Pues eso, todos tenemos derecho a la cultura, como dicen los blogueros comprometidos. Pero yo veo en esto un problema muy grave. Por ejemplo, en mi sector, la prostitución, no se puede hacer. Y no es que me ponga del lado de la SGAE y todas las multinacionales esas, no. Es que no es viable aplicar una licencia de esas a un servicio, porque el cliente se va sin pagar y ¿qué gano yo?

Supongamos que yo aplicara una licencia como la de este blog. El fulano descarga, se larga y ¿después? Pues nada... Sí, es cierto que si aprende algo de mí tiene que citarme cuando eche un polvo a otra (o a otro, nunca se sabe). "Esto lo aprendí de Rebeca", tiene que decir el tío. Y no puede cobrar por usar esa picardía que aprendió de mí con otra persona humana, tiene que darlo gratis, como lo recibió. Pero vuestra Rebeca no gana un euro con todo esto.

Algunos pensaréis que obtengo fama o reconocimiento. Nada de eso. Poniendo otra vez el mismo ejemplo del tío de antes. Cuando se está tirando a otra tía va y me cita. A menos que la señorita sea un poco lesbiana, lo menos que puede pasar es que le arree al tío un guantazo. Y si es lesbiana, pues yo tampoco gano, porque a mí no me va hacer bollos, y con esto no estoy diciendo que esté en contra de las lesbianas, Dios me libre. No, no es eso. También puede pasar que el tío en cuestión me mencione cuando está cepillándose a su novio. Ya me diréis cuántos gays van de putas habitualmente... Otro cero patatero.

Cosa distinta sería si pudiera grabar un disco o un DVD con, por así llamarlo, mi arte. Si fuera así, no me importaría que los chavales se bajaran mis películas o mis discos, porque el dinero lo sacaría de mis actuaciones en directo, en mi caso, con los señores. Pero de momento, todos mis ingresos vienen de esas actuaciones con mis clientes, por lo que tengo que cobrarles. No hay otra.

Conozco bien este negocio y sé perfectamente que el buen nombre se gana dejando contento al caballero. Y cobrándole bien, que una ha de hacerse respetar y crearse una fama en la profesión.

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7 de noviembre de 2005

Rabas

Nada más terminar de recoger todo lo de maleta y poner la lavadora, me siento a escribiros a vosotros, mis amigos de la Internet. ¿Qué dónde me he metido estos días? Pues vuestra Rebeca ha estado en Santander, esa bonita ciudad bañada por el Cantábrico. Pero no os creáis que me he ido de vacaciones a tocarme el chocho, no. Ha sido un viaje de negocios.

Me explico. A uno de mis clientes más antiguos, que también fue una de mis primeras experiencias en la profesión y que aún conservo (ya me diréis si no soy buena en lo mío, que conservo la clientela durante años), cuando tiene que hacer un viaje algo largo por cosas del trabajo le gusta invitarme a alguno de ellos. Así, dice, se le hacen más cortos, y además, se puede descontar un montón de IVA, porque mis servicios le desgravan. Yo creo que, de paso, también blanquea algo de dinero negro, pero yo no me meto en eso... Pues bien, que me avisó que se iba unos días a Santander, y que si le acompañaba. Le contesté que sí, que hacía ya un tiempo que no veía el mar. Y los ingresos extraordinarios me vendrían muy bien, porque le había echado el ojo al iPod nuevo, ese que se ven películas y series de la televisión. Eso y cambiar las cortinas del salón, que como tienen ese color tan sufrido, por mucho que las lave siempre parece que están sucias.

Ni corta ni perezosa, allá que me fui con él a Santander. En avión ida y vuelta. Y hotel de 5 estrellas en la Playa del Sardinero. Como una señora. ¡Lástima que no haya más clientes así!

No había estado nunca en Santander. Es una ciudad bonita y tranquila, Eso sí, debe de llover mucho, porque se nota en la cara de la gente, que parece que está como mustia. Mi acompañante, que llamaremos Tomás (no se llama así, pero yo soy una tumba y guardo en secreto todo lo de mis clientes. Soy muy seria con estas cosas. Porque es lo que digo yo, a las putas nos deberían reconocer el derecho de no revelar nuestras fuentes y secretos, como a los confesores, los médicos o los periodistas. Al fin y al cabo, también somos un servicio público) me llevó a comer y a cenar a los mejores restaurantes de allí. Me gustó mucho el pastel de cabracho. Y las rabas.

A lo mejor algunos de vosotros no sabéis qué son las rabas. Pues son calamares rebozados, lo que pasa es que en vez de ser en anillas, son en tiras planas. Esto me hizo reflexionar sobre España. Porque, vamos a ver, si no nos ponemos de acuerdo ni para llamar a los calamares igual en todos los sitios, no me extraña que se monten los follones que se montan con el País Vasco, con el Estatuto de Cataluña ese, el Ibarretxe o el Carod. Si ya lo decía mi padre, en este país tenemos demasiadas Vírgenes y mucha mala leche.

Bueno os dejo, que tengo que mirar la agenda. Con esto del viaje tengo mucho trabajo atrasado aquí.

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1 de noviembre de 2005

La vicepresidenta y el Agustín

Y a mí que me da la sensación de que es la vicepresidenta del Gobierno la que realmente manda... Sólo hay que verla tan seria, poniendo firmes a todos los hombres que tiene a su alrededor. Si es que la que sabe y tiene temperamento al final se hace valer.

El Agustín, el del butano, se ha pasado por casa esta mañana temprano. Le he tenido que parar los pies, porque en cuanto me he descuidado un poco ya me había metido la mano en el escote el muy salido. Le tengo dicho que yo soy muy buena, pero con las cosas de comer no se juega. No sé por qué tiene que venir a mi casa, si sabe que yo lo tengo todo eléctrico... Sé que quiere meterme gratis total ese cipotón de semental que dicen que tiene y presumir de ello en el barrio, pero está listo. Una ya ha visto mucho, y no me voy a poner cachonda por ver una polla más o menos grande. Apañada estaría si a estas alturas todavía me fijara en eso.

Seguro que la vicepresidenta tampoco se altera por estas cosas, fijo.

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26 de octubre de 2005

Ramón el informático

Ahora que ya sabéis que soy una chica con estudios y con recursos, seguro que os intriga saber cómo me metí en esto de los ordenadores. Yo, chicos, la verdad cada día estoy más contenta de haber aprendido a usarlos. Como mayormente trabajo en casa, entre servicio y servicio siempre hay ratos muertos. Pues, ¡hala! enchufo el ordenador, visito mis páginas favoritas, o escucho un disco de Ana Belén (me chifla Ana Belén), o me bajo unos emepetreses. En la tele ponen anuncios que dicen que soy una pirata mala por bajarme cosas de la Internet. Yo creo que los ponen para asustar, porque le pregunté a un cliente mío muy bueno, que es teniente de la Guardia Civil, y me dijo que no hiciera mucho caso, que todo eso es propaganda y que el Cuerpo tiene cosas mejores que hacer que preocuparse de todo eso. Más vale que persiguieran a todos esos juankers que hacen los virus y nos infectan. Y eso que yo soy muy cuidadosa con mis cosas. En mi casa nunca faltan los condones buenos y el mejor antivirus para la computadora.

Pues eso, que aprendí a usar estos bichos gracias a otro cliente, Ramón, que es informático. Pero no de los informáticos que hacen los ordenadores, no. Él hace programas. Yo le tengo mucho apego al chico, porque es muy cariñoso. Follar, folla fatal el pobre. Pero pone tanto interés y tanta voluntad que me da apuro decirle algo. Pero en todo lo que sea de ordenadores es un maestro. Hasta me regala retratos sacados con la impresora hechos con signos extraños, así posando desnuda, como una chica de revista de tías en pelotas.

Ramón tuvo mucha paciencia para enseñarme a usar el Windows, y la Internet, y los mails, y el Microsoft Word. Al principio me costó mucho, porque es lo que le decía yo a Ramón, "Ramón, no es que sea tonta, es que me falta base". Venía casi todos los días con su portátil, me echaba un polvo rapidito, y se ponía a darme clases después. El asunto nos salía redondo a los dos: él se corría de gratis, yo aprendía informática y tan amigos. Como un pacto entre caballeros.

Cuando me solté un poco, me compré el ordenador, que me lo sacó mi cuñado muy barato, que trabaja en el Eroski. Y, claro, tuve que decirle a Ramón que si venía a follarme que ya le tenía que cobrar, porque, soy una profesional y no me gusta mezclar la amistad y el trabajo. Él lo entendió, perfectamente y me dijo que sin problemas. Y desde entonces si tengo alguna duda me ayuda en plan amigo. Claro, que yo no soy una egoísta, y le dejo a veces que me eche algún polvo de más por la misma tarifa. Porque es lo que digo yo, hoy por ti y mañana por mí.

Lo último que me enseñó Ramón es todo esto de los blogs, y escribir en los CMS's y todo esto. La web esta en la que colaboro no me gusta mucho como está. Ramón se ha tenido que ir a Londres un mes a terminar un proyecto de los suyos, y no le dio tiempo a explicarme no sé qué de los css y los xhtml, a ver si se lo explico al pez este que lleva el blog y aprende un poco, qué falta le hace.

Ahora que me he acordado de él, echo un poco de menos al Ramón. Siempre que me va a venir la regla me pongo así, un poco mohína.

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23 de octubre de 2005

El saber no ocupa lugar

Está mal que lo diga, chicos, pero no me puedo quejar. Me va muy bien en mi trabajo. Yo lo achaco a que soy una tía con estudios. Porque, aunque no os lo creáis, yo tengo mi COU aprobado. Lo que pasa es que por cosas de la vida me metí en esto... Pero ahora no quiero hablar de ello. En fin, que no soy una palurda que no sabe nada del mundo. Yo creo que esto le gusta a los tíos, porque es lo que digo yo, que todas sabemos joder como perras, pero los tíos notan cuando hay nivel. Y lo agradecen, porque pueden hablar de cosas de su trabajo y ver que tengo interés, porque me entero de lo que dicen. Bueno, no siempre, pero cuando no me entero pongo cara así de estar muy concentrada, como hacen las entrevistadoras de televisión para que parezca que le importan las cosas que le está diciendo el tío al que están entrevistando.

Yésica, una compañera del gremio muy buena y que tiene buen corazón, pero que es un poco pécora, dice que el secreto de mi éxito en el trabajo es que tengo un buen par de melones. No quiero engañaros, un buen par de tetas sí que tengo, gracias a Dios. Y cienc por cien naturales. Yo no me he operado, no como otras que yo me sé... ¿Por dónde iba? ¡Ah, sí! Que Yésica no tiene razón, porque conozco a bastantes fulanas que se han operado las tetas y no les va tan bien como a mí.

Sé lo que estáis pensando, que los tíos cuando van de putas están muy salidos, y sólo se fijan en lo que se fijan. Y no os falta razón. Pero con la experiencia que dan los años de carrera, y no os miento, tener un buen mostrador no hace daño, pero tampoco tener unos estudios y una conversación, o leer todos los días el 20 Minutos. Porque lo que a los señores-señores les gusta de verdad es gastarse el dinero con fundamento.

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21 de octubre de 2005

Soy Rebeca

Hola, guapos. Me llamo Rebeca. Bueno, no me llamo Rebeca, es mi nombre artístico. No quiero engañaros, soy una puta. Pero no una tirada que se lo monta en la calle. Soy más fina y pongo anuncios en los periódicos. Tampoco creáis que soy una puta rica de esas que van a los hoteles de 5 estrellas a arreglarles los bajos a todos esos ejecutivos de nivel. Soy modesta, honrada y limpia, muy limpia. Mi piso reluce como el que la que más. Es que compro de lo mejor para la limpieza. Porque es como decia mi difunta madre: Niña, sé lo que quieras, pero tú siempre la más limpia.

Bueno, que me disperso. Se conoce que me está empezando a hacer efecto el orfidal. Que lo que yo quería decir es que voy a escribir aquí a de vez en cuando, porque mi vecina de arriba me ha dicho que es una terapia muy buena abrirse a los demás. Chica, a lo mejor tiene razón. Porque tanta polla y tanto esperma me están embruteciendo un poco.

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20 de junio de 2005

Perezosa

Estaba tumbada en la penumbra. Tan desnuda como adormecida. Un calor húmedo y pegajoso perlaba de sudor toda su epidermis. Un sordo y suave rumor de olas de mar balanceaba sus perezosas conexiones sinápticas. El mundo se deslizaba lento y moroso.

Había dejado caer al suelo el Quicksilver de Neal Stephenson. Era un soberano aburrimiento. No volvería a escuchar un consejo de lectura de Jorge nunca más. Jorge era un nerd excéntrico e inaguantable. Si no fuera porque follaba como un dios griego, ya le habría borrado de su libreta de direcciones. Los hombres eran para ella, generalmente, una molestia, necesaria pero fastidiosa. La Reina de Hielo la llamaban a sus espaldas. No le importaba. Si seguía habiendo sexo, los calificativos eran superfluos.

Empezó a acariciarse con lentos movimientos circulares la parte interior de los muslos. Las yemas de los dedos se acercaron a su pubis. Se detuvo. Hacía demasiado calor, incluso para eso. Tanteó con la mano y localizó el margarita. Se lo terminó de un trago. Pugnó durante unos segundos, pero se rindió. Ya se levantaría después y telefonearía al servicio de habitaciones para que le trajeran un par de cocktails más, un poco de tempura y un paquete de Camel sin filtro.

Se despertó un tanto sobresaltada. La tarde ya había avanzado decididamente hacia el ocaso. Cogió el iBook, que yacía junto a ella, lo encendió y abrió el Safari. Le apetecía masturbarse viendo esas webs de tíos gays musculosos y perfectamente equipados. Buscó en favoritos su preferida. No obtuvo ninguna respuesta. Eligió una segunda dirección. Nada. Maldijo todos los servidores debian que se caían cuando más necesarios eran. Enfadada, tecleó wired.com. El navegador continuó ciego, mudo y sordo. Una mirada experta bastó para comprobar que el maldito módem adsl wireless de Telefónica estaba totalmente catatónico.

Bulería, bulería
tan dentro del alma mía.
Es la sangre de la tierra en que nací.
Bulería, bulería
más te quiero cada día.
De ti vivo enamorado desde que te vi.

Las paredes de la habitación temblaron con el volumen de la música que esa zombie abducida por Operación Triunfo que tenía por vecina acababa de poner. Era viernes y no tenía plan para salir esa noche. De la cocina le llegó el rotundo e inequívoco aroma del gazpacho magnitud 8 en la escala de Richter que hacía su madre. Aún faltaba casi mes y medio para sus diez de vacaciones en Estepona. Y no encontraba las bragas. Mientras las buscaba, pensó en que esto, desde luego, no era la Isla Mauricio.

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31 de mayo de 2005

Un relato high-tech

Giré la llave de contacto y apagué el motor. Miré el reloj. Las 21:54. Perfecto. Odio llegar tarde cuando una mujer que no usa ropa interior en su casa me invita a cenar allí. Esperé a que Neil Tennant cantara las últimas estrofas de Rent.

But look at my hopes, look at my dreams
the currency we've spent
I love you, you pay my rent
I love you, you pay my rent
It's easy, it's so easy

Desconecté el iPod del sistema de sonido y lo guardé en la guantera. Metí el blackberry en el bolsillo interior de la americana. Pesaba mucho y abultaba, pero son los pequeños y soportables defectos de cualquier tecnología emergente. Además, a las tías les encanta que les deje mandar un e-mail a sus amigas mientras cenamos en un restaurante. Reparé en la bolsa de plástico del asiento contiguo. Resoplé fuerte, la cogí y salí del coche.

Me molestaba un poco el elástico de los calzoncillos Calvin Klein que estrenaba. Esperé a estar dentro del ascensor para equilibrar los pesos y volúmenes de la zona. Llamé al timbre. ¡Mierda!, eso no era un timbre, era un mantra dígito-tibetano. Como me temía, Joanna seguía ampliando su manía zen a todos los rincones de su piso.

- Pasa... Bienvenido a mi modesto refugio personal.

Joanna tenía un ligero acento francés, vaya usted a saber por qué. Era atractiva, pero no arrebatadora. Joven, pero no demasiado. Eso sí, su cuerpo era espectacular. La tenue túnica color azafrán que lucía permitía una completa evaluación del conjunto. Y, efectivamente, hoy tampoco llevaba ropa interior.

Nos sentamos a la mesa primorosamente dispuesta para la cena. El minimalismo decorativo y tonal del apartamento hacía daño a los ojos. Afortunadamente, cuando me dedico a la caza mayor, soy un ecléctico del interiorismo. Dejé el blackberry discretamente en una esquina de la mesa. Ella sonrió y dijo muy enfáticamente:

- Me gusta más mi treo.

Y lo colocó en la mesa con gesto de camionero al que le acaba de tocar la lotería.

- Voy a poner un poco de música.

Volví a disfrutar de la visión de su apetecible popa mientras salía de la habitación. A los pocos segundos, esa odiosa música new-age-meditativa de cascadas, pajaritos, flautas de bambú y llamadas al apareamiento de los osos panda en celo empezó a sonar. ¡Maldito Pilates!, bramé en mi interior.

-Desde que actualicé a Tiger, mi iTunes funciona mucho mejor.

Sí, era maquera. Escuchábamos la música desde su iMac G5 conectado inalámbricamente a la cadena musical mediante un AirPort. Me concentré en sus tetas para alejar pensamientos oscuros.

Tras la sopa de algas y no se qué otros engendros marinos, vino el tofu. Joanna seguía hablando del trabajo. Era un alto cargo del departamento de marketing de una empresa IT. Y no paraba de subrayar cualquier término en inglés con su exquisito acento de la zona norte de Londres. Ahora sonaba el viento entre las hayas noruegas y ese maldito violín japonés. Cuando me estaba contando su nueva estrategia de segment targeting, estrellé el plato de tofu en la pared con cierta violencia. Le agarré las muñecas con toda la fuerza que un detractor furibundo del equilibrio zen puede desarrollar y la arrastré hasta el dormitorio. La empujé violentamente sobre la cama.

Jadeaba, pero no parecía especialmente alterada. Sus ojos brillaban con una furia lasciva más que evidente. Su pecho subía y bajaba violentamente, impulsado por una respiración rápida e intensa. Se acomodó en la cama y abrió las piernas. Mi polla, que no era muy partidaria del zen, buscaba una vía de acomodo (o de escape) a su insistente crecimiento. Le rompí la túnica de un solo y preciso zarpazo.

Me despertó un ruido de olas mezclado con un arpa birmana, o conquense. Recién despierto no soy muy bueno distinguiendo arpas. El maldito ordenador seguía escupiendo esa abyecta basura ambiental. Me levanté a cortar semejante tortura. Cuando regresé a la habitación, ella seguía durmiendo. Tan desnuda como relajada. Habíamos follado con cierto ímpetu, por lo que el descanso era aconsejable. Me acosté muy bruscamente, y la desperté. Me acarició el arpa y se levantó.

-Tengo sed. ¿Quieres un zumo de acerola?

No contesté. Regresó con la bolsa que yo había traído y el mismo brillo lujurioso en los ojos de antes.

-¿Todo esto es para?

Salté de la cama e intenté arrebatarle la bolsa con violencia. Ella resistió, yo tiré más fuerte, la bolsa se rompió y su contenido se espació por el suelo. Una tortilla de patatas y cebolla en un tupper, un cartón de Marlboro, unos cd's de Andy y Lucas, Bisbal y Metallica, una caja de bombones baratos del Lidl, un ¡Hola!, y una lata de fabada Litoral.

-Si quieres el género, esta vez vas a tener que chupármela como Jobs manda, bonita...

Sonreí malévolamente. Me asusté un poco, porque ella respondió mi sonrisa con otra aún más perversa que la mía...

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30 de septiembre de 2004

Relato A

5 de la mañana.

Un grupo de amig@s separad@s y/o divorciad@s te ha arrastrado a un tugurio suburbial infecto, lleno de adolescentes, reponedores/as, y amantes del tuning.

Demasiadas tetas apretadas, demasiados músculos de gimnasio, demasiados paquetes abultando en tejidos ultramodernos adquiridos en cualquier franquicia.

Demasiado sudor.

Suena Chayanne a un volumen prohibido por la OMS.

La vida inteligente más próxima está a más de 2.000 kilómetros.

Estás aburrido en la barra terminándote tu cuarto Havanna 7 con limón. Tus amig@s están retorciéndose en la pista de baile, con la vana intención de depredar presas más jóvenes.

No hay esperanza. Tan sólo queda aguardar a que el alcohol que corre por tu flujo sanguíneo empiece a amortiguar y desdibujar el entorno.

Repentinamente, se acerca una morena, de edad indefinida e irrelevante, de algo más de 1.80, mejor rematada que el Guggenheim. El fino vestido apenas contiene los poderosos argumentos de la susodicha vivípara.

Y tú adoras las vivíparas caras y bien rematadas.

Ella no vacila una fracción de segundo. Se pega a ti a tiro de lengua, te quita la copa, y se la bebe de un trago intenso, ansioso y rápido.

Sin solución de continuidad, se aferra fuerte a tu órgano favorito, y ronronea: el frotar se va a acabar.

Y tú te preguntas, ¿hay algo más perturbador que todo esto?

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