16 de octubre de 2004

Jane Fonda

Jane Fonda como Barbarella

Antes de convertirse en la Estricta Gobernanta del Aerobic, la Sacerdotisa del Método o la Campeona del Lifting Progresista Californiano Jane Fonda fue una granada sexual de tamaño medio en la década de los 60.

Era casi simpática. La jovencita moderna y recién casada en Descalzos en el parque (1967, Gene Saks), jacarandosa pero correcta. La inocente de pechos temblorosos en Cat Ballou (1965, Eliot Silverstein, un western irreverente y paródico, con un inolvidable Lee Marvin, más borracho que su caballo y Nat King Cole cantando con su banjo), intrépida y un poco estridente. Y, por supuesto, la Playmate de la Era Espacial, la Amazona del Siglo Cuarenta, Barbarella [+] (1967), dirigida por el que entonces era su esposo, Roger Vadim (el encantador de serpientes), un digno intento europeo de trasladar al cine el espíritu del Cómic Sexy de la época.

Aunque siempre ha sido fría y premeditada, trascendentalizante y comprometida, en estos títulos, Jane aligeró la gravedad de la Saga Fonda.

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Audrey Hepburn

El ángel con sexo

Todo el Encanto y la Gracia de una modelo botticelliana en los escasos cuarenta kilos de esta neerlandesa inteligente y espontánea. La naturalidad era su principal herramienta. Y la fácil desenvoltura de esas personas de las que emana la elegancia desde dentro. Sin maquillaje, a veces con ese flequillo de muchacho revoltoso, es el ejemplo de canon de la Década de los 60: la Androginia inocentemente perversa. Los ojos grandes y expresivos de una mascota juguetona.

A finales de los 50 dio el primer aviso, al interpretar a una moderna muchacha americana que viaja a Europa, concretamente a París, a beber directamente de las fuentes del enfaticalismo (Una cara con ángel, 1957, Stanley Donen). Y en 1961 nos enamora a todos con su Holy Golightly, un espíritu libre, tierno, vulnerable, un animalillo salvaje y falto de cariño. Una profesional aparentemente frívola y alocada, pero con la serena lucidez de los supervivientes. La sofisticada jovencita que busca paz y sosiego frente al escaparate de Tiffany's ("aquí nada malo puede pasar"). La disipada que duerme con antifaz. La Dama Digna que se pinta los labios para encajar con entereza y clase una mala noticia.

En Charada (1963, Stanley Donen), juega al romance y al thriller de suspense hitchcockiano y consigue ganar a todos. Seduce a todo un Cary Grant y evita la carcajada frente a una atinada colección de malos, hilarantes y paródicos (Walter Matthau, James Coburn, George Kennedy). En París, por supuesto.

En 1964 estira los registros de su flexible talento para el drama y la comedia al otorgar idéntica credibilidad y fuerza expresiva a una sucia e ignorante florista cockney y a un modelo de muchacha casadera de la mejor familia victoriana de Belgrave Square, con el carácter y determinación suficientes para exigir respeto y reconocimiento a su insensible preceptor (My Fair Lady, George Cukor).

Al año siguiente vuelve a París y encarna a una muchacha enredona y liante, en una burbuja intrascendente y menor, Cómo robar un millón y... (William Wyler). También tiene tiempo para embrujar al terso galán de la Era Pop, Peter O'Toole.

Y en 1966 enciende las alarmas en la imprescindible Dos en la carretera (Stanley Donen). La diversión de los 60 comienza a agotarse. La Musa se ha hecho adulta, se plantea peros y porqués. Reflexiona en voz alta, se analiza. La dulzura de la despreocupación ya no enmascara totalmente el amargor de la resaca. Ha llegado la hora de asumir con madurez las primeras arrugas (en la cara) y los primeros achaques (en el alma).

Audrey sigue con fidelidad y presteza los vaivenes de la época. Por eso, siempre la recordaremos, con su vestuario de Hubert de Givenchy, sus ray-ban y esos sombreros extremos e insólitos que sólo ella podía llevar. Audrey Hepburn, el Ángel de los 60. Un ángel con sexo, eso sí.

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13 de octubre de 2004

El Cristianismo elevado a la categoría de ficción

Navegando, me encuentro con esta noticia:

"Un profesor universitario de la Universidad de la Rioja afirma que los evangelios cristianos son una falsificación del siglo IV, que demostrarían que el Cristianismo no lo fundó Jesucristo sino el emperador romano Constantino.En su libro Simón, opera magna, el investigador riojano Fernando Conde Torrens sostiene que los Evangelios no los escribieron Mateo, Marcos, Lucas y Juan, sino el historiador Eusebio de Cesárea y Osio, siguiendo órdenes del emperador Constantino.De la misma manera, y según el investigador riojano la misma aseveración vale para todo el Nuevo Testamento. El investigador sostiene que Eusebio de Cesárea, el verdadero autor de los Evangelios, se opuso a las intenciones del emperador y firmó con un alias, "Simon", cada libro de los que falsificaba. Fernando Conde Torrens sostiene que mediante el empleo de acrósticos, mensajes ocultos formados con las primeras letras de un verso, las firmas aparecen a lo largo del Nuevo Testamento.En concreto y según el investigador aparecen 5.000 firmas en todo el Nuevo Testamento y más de 2.000 en los Evangelios."

La base ética y moral de la civilización occidental sustentada en una ficción novelada (algunos opinarán que floja) falsa y tramposa de un negro con conciencia... Qué concepto tan interesante... Hay días que recibes noticias que son de una justicia poética.

Más información sobre todo esto en la bitácora del historiador

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Lo importante es la GUI

La imagen del Proyecto Open Croquet

Leo en Barrapunto:

Alan Kay es, quizás, una de las personas que más ha hecho por la usabilidad en las computadoras. Él y su equipo han sido los inventores de una gran parte de las tecnologías que hoy utilizamos (la interfaz gráfica, la programación orientada a objetos, etc) y que conforman la idea misma de la computadora personal. Hace pocas horas se ha liberado una primera implementación de lo que Alan y sus colegas piensan debería ser un sistema operativo hoy día y se llama Open Croquet. Croquet se diseñó tratando de responder a la pregunta: "¿Qué pasaría si creáramos un sistema operativo y su interfaz de usuario sabiendo lo que sabemos hoy?".

Me pregunto: ¿nos encontraremos otra vez con el caso de un entorno gráfico muy vistoso que esconde la nada, escasamente amistosa para el usuario corriente (cuando no abiertamente hostil), o esta vez sí será algo realmente útil y eficaz?

Júzguenlo ustedes mismos en la web del proyecto

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11 de octubre de 2004

Arquitectura Capilar

Dusty Springfield

Porque de arquitectura - y de la correcta planificación de las formas para ocupar un espacio - se ha de hablar cuando recordamos aquellas masas de cabello hipercardado, aquellos volúmenes imposibles en las testas de las mujeres de los 60. Peinado de esposa de astronauta se llamaba.Quizás fue Jackie Kennedy la que lo difundió y popularizó, aunque ella era más sobria y comedida en el volumen. El caso es que los cascos capilares triunfaron plenamente y se generalizaron.

Había el modelo cápsula-cúpula como el mostrado por Pamela Tiffin en Un, dos, tres (1961, Billy Wilder). Las diversas variedades de casco propiamente dicho, macizas y alambicadas, de la Reina Indiscutible, Doris Day. Los grupos de chicas no se quedaban atrás, con las Shangri-Las y las Ronettes como principales exponentes. Éstas últimas, junto a las estrellas femeninas de la Motown, reivindicaban el derecho afroamericano al pelucón frondoso. Liz Taylor dejó también algunas pinceladas gloriosas (extendiéndose hasta nuestros tiempos).

A este lado del Atlántico, Dusty Springfield, melódica cantante británica, reinterpretó con talento y arrojo el canon americano. En España, nuestras representantes en Eurovisión (Salomé, la siempre inquieta Massiel) recogieron, modestamente, la moda. Aunque la más destacada de nuestras compatriotas en este epígrafe fue la entrañable Adela Cantalapiedra, que no se conformó con reproducir miméticamente el esquema, sino que fue más allá, y con un atrevimiento loable forzó y probó los límites de la Ley de la Gravedad (y de la laca).

Las chicas de los B-52's, a finales de los 70 y principios de los 80, nos trajeron un guiño, entre nostálgico e irónico, de aquella lujuria capilar. Hasta un señor tan neoyorquino y circunspecto como Woody Allen no pasó por alto el fenómeno, y en un flash-back de Annie Hall (1977) nos mostraba a una adolescente Diane Keaton mascando chicle junto a su novio con una correcta y abultada cúpula.

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Chicas y Dinosaurios

Raquel Welch en Hace un millón de años

Una combinación fascinante y letal. En Hace un millón de años (1966, Michael Carreras), Cuando los dinosaurios dominaban la Tierra (1970, Val Guest), y Creatures the World Forgot (Don Chafey, 1971) la productora británica Hammer dio en el clavo rotundamente.

¿Qué es eso del rigor científico-histórico? ¡Al diablo con la Paleontología! Los adolescentes querían diversión, no rollos del Cretácico. Conjugar nuevamente el Mito de la Bella y la Bestia.

Victoria Vetri en Cuando los dinosaurios dominaban la Tierra

Las Bellas de estas tres cintas (Raquel Welch, Victoria Vetri y Julie Ege, respectivamente) eran modelos exuberantes, neumáticas, poderosas y rubias, chicas de póster central del Playboy o del Penthouse (de hecho las tres actrices, en un momento u otro, posaron para estas revistas), perfectamente maquilladas, como si fueran a dar una vuelta turística por los alrededores, y con los argumentos casi siempre a punto de desbordarse de la parte superior de sus bikinis de diseño sesentero, pero confeccionados en genuina piel prehistórica. Las Bestias, toda una colección de eficaces monstruos de goma antediluvianos, tan grandes como estúpidos y divertidos (cortesía del gran Ray Harryhausen). Triceratops, pterodáctilos, tiranosaurios, ¡hasta cangrejos!

Si estos dos ingredientes fundamentales los aderezamos con escenas playeras, rituales vesánicos con hipnóticos tambores, unos chicos-de-la-película debiluchos y muy por debajo de sus compañeras femeninas, unas cuantas carreras y sustos, un protolenguaje onomatopéyico tronchante, alguna catástrofe natural de magnitud nueve y una puesta en escena decididamente cutre y astrosa obtenemos un resultado final sabroso y picante. Spielberg con decenas de millones de dólares más, con toda la parafernalia digital, con escrupuloso rigor genético consigue un producto de entretenimiento insípido y muy inferior. Y - signo de los tiempos - sus protagonistas son un anciano venerable y algo atorrante, científicos responsable y circunspectos y la única chica va muy tapada y es algo escuálida (la por otra parte apetecible Laura Dern. No olvidemos Corazón Salvaje (1990, David Lynch).

¡Si hasta hay un obeso informático y dos niños repelentes! Definitivamente, no. Ya no hay sexo para todos los públicos. Créanme. Lo que funciona es sexo + dinosaurios.

Akita, nikro.

Tres bellas trogloditas de Cuando los dinosaurios dominaban la Tierra

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