Planeta prohibido es una joya exquisita, pero anómala.
Por un lado, fue producida por la Metro, que nunca se distinguió por sus incursiones en la sci-fi. Su factura es irregular, más parece el episodio piloto de una serie de televisión que un film convencional. La acción y los efectos especiales son muy mesurados. Hay un tono grave y discursivo que conforma la historia, con momentos dramáticos inhabituales en el género. La coartada cultural de La Tempestad se deja sentir en ocasiones. Y ese científico atormentado, que desata todos sus demonios interiores, sin olvidar el inevitable guiño freudiano.
Por el otro, tenemos a un robot dicharachero, las minifaldas y los livianos vestidos de una jovencita en sazón, Altaira Morbius, y nada más y nada menos que Leslie Nielsen como el galán/chico-de-la-película. En resumen, un producto pop con ínfulas intelectualizantes.
La banda sonora del film también es una rareza. De hecho fue la primera enteramente electrónica. No hay música como tal. Hay sonidos electrónicos, distorsiones, efectos, incursiones atonales. Es decir, pura vanguardia musical, muy propia de aquella época, en la que los músicos clásicos buscaban puntos de convergencia entre la electrónica y la atonalidad. Fue compuesta por Louis y Bebe Barron, un matrimonio neoyorquino que llevaba años en la experimentación musical en este campo, construyéndose sus propios mecanismos para realizar su obra, y muy en contacto con las élites musicales e intelectuales del momento.
No es una obra de escucha fácil, pero si se entra en el juego que propone es sugerente e hipnótica. He preparado un paquete comprimido con esta banda sonora íntegra, que pueden descargar desde el siguiente link.