Este país ha sufrido una profunda y rapísidima transformación en los últimos 20 años. Si el tiempo histórico se ha acelerado en todo el planeta, esto se ha verificado especialmente en esta bendita península. Nuestra dieta de garbanzos y latas de fabada Litoral ha sido sustituida por todo el arsenal de lo light, las ensaladas más o menos césar, y las 58.001 variedades de productos lácteos convenientemente desnatados. Y, además, ya estamos hartos de recoger del suelo a motoristas-pizzeros que, por las prisas o el exceso de celo, alfombran las calzadas de nuestras poblaciones cualquier viernes o sábado noche. ¿Qué ha sido de las latas de sardinas en aceite, el bacalao a remojo toda la noche, el potaje de Cuaresma, las banderillas en vinagre, y las patatas bravas?
¿Y qué ha sido de nuestra adhesión inquebrantable a nuestros dos Ságrados Tótems hispanos? Conciudadanos barra as, que la actual bandera de modernidad es ser anti-madridista, y cualquier joven à la page visita y maneja con soltura una decena de franquicias y ha dejado de frecuentar el Templo por antonomasia, el Sacro Continglés. El fin se anuncia si los ciclópeos pilares que han sostenido nuestro país empiezan a ser cuestionados, o ignorados.
Similar razonamiento se puede extrapolar a la tecnología cotidiana, es decir, lo que antes llamábamos cacharros y ahora etiquetamos como gadgets. De tener en casa únicamente la tele en colores, el frigorífico, y la cocina de gas, a poseer ordenadores y home-cinemas chorreando gigaherzios, watios, y megabytes, o la superconductividad atómica de nuestros fogones actuales. Y nuestras lindas adolescentes oyen a sus adorados ídolos en reproductores mp3's aún más pequeños que sus tangas.
¿Y qué decir de la Internés? En un lapso brevísimo hemos pasado de llamar a nuestro confesor, entre aterrados y desconcertados, porque no sabíamos conectarnos a Infovía, o porque de las tripas de nuestra computadora provenían sonidos satánicos cada vez que queríamos conectarnos a la Red (sonidos que, como mínimo, aconsejaban un exorcismo tan urgente como contundente), a que, hoy en día, todo el mundo tenga su blog, su messenger contenga 2.034 contactos sólo de la Costa Este norteamericana, y lea con soltura el Pravda on-line, que mola-mazo-tía. El otro día, sin ir más lejos, discutí acaloradamente con mi barman de cabecera, puesto que el tenía un enfoque menos stallmaniano que yo sobre conceptos tales como las folksonomías, los memes, o los tags del technorati. Y, mientras me amenazaba con su palillo, me repitió un par de veces que los estándares de las webs semánticas están muy verdes todavía. No quise replicarle, porque es del Atleti y no traga a Torvalds.
Tiempos de velocidad sin descanso, sin pausa y sin tregua. Teléfonos celulares sustituidos cada temporada, como unos pantalones de Zara. Hemos avanzado (y mejorado ) mucho en muy poco tiempo. Por ello, es normal que los blogs nos salgan todavía un poco flatulentos.