Satisfacción remota
Este blog, en su inequívoca voluntad de servicio público que guía sus pasos, rastrea incansablemente la Red en busca de contenidos que mejoren los estándares vitales de sus lectores. Así, hemos podido descubrir en Wired un concepto pleno de posibilidades lúdico-festivas, los teledildonics, que podrían definirse como unos dispositivos electrónico-mecánicos que, mediante programas de ordenador ad hoc, permiten la interrelación sexual a distancia.
Ya veo al escéptico de turno enarcando una ceja y musitando: "Eso es una fantasía irrealizable". Pues no, querido amigo. Ya es algo real. Visite Thrillhammer y lo comprobará. En esta página, tras la pertinente alta, se puede manipular vía web y en tiempo real un fascinante y completo dispositivo susceptible de penetrar y estimular cualquier orificio de la intrépida profesional de turno, hasta llevarla al orgasmo, que fingido o no, tiene su mérito, dado que miles de kilómetros nos separan de nuestra compañera de juegos. Monitorizando toda la operación, claro está, mediante vídeo de alta calidad.
He aquí una cita de la mencionada web, aterradora en su asepsia y precisión descriptivas.
"The thrillhammer is a tele-dildonic fully-functional sex machine with a Sybian-style female gratification device with various after market modifications. It's capable of 150 RPM spinning rotation for G-spot stimulation and vibration speeds in excess of 6,500 RPM".
En esta bitácora no nos conformamos con la pasiva degustación de lo que la realidad nos ofrece. Vamos un paso más allá, invitando a todos a protagonizar la experiencia desde el primer momento, mediante la construcción real de aquellos aditamentos que posibilitan y que potencian nuestro placer. Así, en el mencionado artículo de Wired se entrevista a un ingeniero experto en robótica, que asegura que con unos pocos cientos de dólares cualquiera puede fabricar en su casa su propio teledildonics. En su web, Slashdong, hay abundante documentación y ayuda para que todos construyamos nuestra máquina del placer. Por tanto, ya no hay excusas para no profundizar en los aspectos más carnales de una relación con ese estibador de Brisbane que conocimos en un chat, o con aquella camarera de Vancouver que comparte nuestros mismos gustos en e-Bay.
Ya lo saben, el futuro son los teledildonics.
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