Jacques-Henri Lartigue
Jacques-Henri Lartigue. La mirada inocente del niño, del pionero. Lartigue nace en una localidad cercana a París en 1894 en el seno de una familia acomodada. Su padre le regala una cámara con trípode cuando cumple siete años. Es el juguete definitivo. Desde ese momento no deja de fotografíar todo lo que le rodea: su familia, los chiflados con sus locos cacharros por la tierra y por el aire, las damas parisinas de alcurnia, los deportes de caballeros amateurs...
Curiosamente, él se considera a sí mismo un amateur de la fotografía, ya que su meta profesional es la pintura. Vende en su juventud alguna imagen a la prensa deportiva, pero esto no desvía su objetivo. Se gana la vida como pintor, aunque nunca deja la cámara, que es su hobby. Hasta que a los 69 años sus instantáneas de juventud son descubiertas por casualidad por un profesional de una agencia, que le presenta al director del MoMa, que decide hacer una exposición retrospectiva de su obra.
Y de esta curiosa forma, ya en su vejez, este amateur apasionado se convierte en una celebridad del oficio. Su afición le hace memorable. Las irónicas paradojas del destino.
Pueden admirar parte de su obra en las siguientes
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