Jane Fonda
Antes de convertirse en la Estricta Gobernanta del Aerobic, la Sacerdotisa del Método o la Campeona del Lifting Progresista Californiano Jane Fonda fue una granada sexual de tamaño medio en la década de los 60.
Era casi simpática. La jovencita moderna y recién casada en Descalzos en el parque (1967, Gene Saks), jacarandosa pero correcta. La inocente de pechos temblorosos en Cat Ballou (1965, Eliot Silverstein, un western irreverente y paródico, con un inolvidable Lee Marvin, más borracho que su caballo y Nat King Cole cantando con su banjo), intrépida y un poco estridente. Y, por supuesto, la Playmate de la Era Espacial, la Amazona del Siglo Cuarenta, Barbarella [+] (1967), dirigida por el que entonces era su esposo, Roger Vadim (el encantador de serpientes), un digno intento europeo de trasladar al cine el espíritu del Cómic Sexy de la época.
Aunque siempre ha sido fría y premeditada, trascendentalizante y comprometida, en estos títulos, Jane aligeró la gravedad de la Saga Fonda.
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