Mercury Theatre
Tras la dura y polémica experiencia de montar un musical de tendencias izquierdistas, The Cradle Will Rock, el productor John Houseman y el chico-maravilla de apenas 22 años Orson Welles deciden crear su propia compañía de teatro a principios del verano de 1937, Mercury Theatre, con un presupuesto de partida de 100 dólares. En noviembre de ese año se estrena su primera obra, una adaptación del Julio César de Shakespeare ambientada en la Italia fascista. Esta audaz idea de Welles hace que la compañía sea conocida y respetada. No mucho después se estrena un Macbeth íntegramente interpretado por actores negros, al que se incorporan elementos provinientes del vudú. Mercury Theatre ya es una realidad sólida.
En aquellos tiempos, la radio es un medio poderoso que atrae grandes audiencias de americanos medios. Así, no es extraño que en verano de 1938 se le proponga a Welles que dirija su propio programa de radio, junto a su Mercury Theatre. Welles ya había tenido varias experiencias en el medio, por lo que creía en sus posibilidades. Surge pues The Mercury Theatre on the Air, como un programa semanal de una hora, emitido por la CBS desde Nueva York. Lo sorprendente del caso es que los ejecutivos de la compañia accedieron a la petición de Welles de que haría su show con su compañía de teatro, algo muy caro y sin precedentes, y más si tenemos en cuenta la juventud del ambicioso director.
Lo programado eran adaptaciones de clásicos del teatro y la literatura, con guiones al princio del propio Houseman, y desde octubre del 1938 de Howard Koch.
En un principio, el contrato se firmó por nueve semanas, que la CBS prorrogó a pesar de que las audiencias no eran buenas. El programa había recibido muy buenas críticas y se percibía que era algo especial. Daba, pues, lustre y prestigio a la cadena. Se cambió el día de emisión del lunes por la noche al domingo por la noche, en confrontación directa con un show muy popular de la competencia. Llega el otoño y con él uno de los acontecimientos más impactantes de la cultura popular de masas y de los medios de comunicación. Es 30 de octubre de 1938.
El episodio de histeria y terror colectivos que produjo la emisión de La Guerra de los Mundos resulta difícil de explicar o justificar. Las reacciones se asemejaron a los temores supersticiosos milenaristas de la Edad Media. Cierto es que Hitler era ya una amenaza y el pueblo americano intuía (y temía) el principio de una guerra. Y que la nación entera ya había vivido y sufrido a través de la radio graves sucesos.
Sea como fuere, la novedosa y rupturista manera de presentar el clásico de la ciencia-ficción victoriana por parte de Welles fue recibida como una noticia real transmitida en directo, que llevó incluso a bastantes ciudadanos a coger sus armas y partir en defensa de Grover's Mill, un pueblecito de Nueva Jersey donde la emisión situó el inicio de la invasión marciana. Obvia decir que cuando los primeros forasteros llegaron se encontraron con un lugar en total tranquilidad, en el que sus vecinos dormían plácidamente, ignorantes de la tempestad que se había levantado.
El enorme impacto de esta emisión hizo que los anunciantes se agolparan a las puertas de la CBS con la intención de patrocinar el programa. Fueron las sopas Campbell quienes se hicieron con la puja, asegurando la continuidad del proyecto, que pasó a llamarse The Campbell Playhouse. Ahora el presupuesto era muy holgado y permitía que una (famosa) estrella invitada participara cada semana en el espacio. Esto provocó que los actores del Mercury fueran relegados a papeles secundarios, algo que no le gustó a Welles. Se siguieron manteniendo los estándares de calidad, las audiencias eran buenas, pero el viejo y gran aroma del Mercury on the Air se había perdido.
En su segunda temporada, se mudó de Nueva York a Hollywood. Welles estaba preparando su debut en el cine, y se había llevado con él a toda su compañía para dar vida a sus personajes. En 1940, Welles abandona el programa, que dirigió Houseman una temporada más.
Afortunadamente, se conserva buena parte de aquellas grandes piezas de orfebrería radiofónica, que se pueden escuchar online, e incluso en muchos casos descargar en formato mp3. Sigan el siguiente enlace para ello.
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