14 de noviembre de 2005

La Tecla Perfecta

No hace mucho hablaba en esta entrada de tipografías y de repente tuve una asociación mental con las viejas máquinas de escribir, ya arrinconadas y acumulando el polvo de las tecnologías abandonadas, pero que en su tiempo prestaron grandes servicios y fueron el émbolo que bombeaba el alimento de las Burocracias, grandes o pequeñas.

Una mítica Underwood

Revisando MetaFilter encontré un Museo Virtual de máquinas de escribir, el Virtual Antique Typewriter Museum, una fuente de imágenes e información sobre estas herramientas, así como otras cuestiones relacionadas. El sitio es una delicia que ninguna persona de bien debiera perderse.

una máquina de escribir Olympia

La visita despertó mis recuerdos de infancia. Con una máquina muy similar a la que se ve en la imagen inmediatamente anterior, una Olympia, aprendí a mover cuatro dedos sobre las teclas de un artefacto mágico que transmitía los pensamientos a una hoja de papel. Soñaba en convertirme en un escritor de fama y fortuna, que bebía sin tasa, siempre con un cigarrillo colgando de los labios. Pasados los años, sigo escribiendo con cuatro dedos y, obviamente, soy un anónimo y mediocre escribidor. Y lo del tabaco y el alcohol mejor lo dejamos correr...

una máquina de escribir

Las máquinas de escribir me acompañaron muchos años. Naturalmente, ignoraba por completo que usaba un teclado qwerty, o que había mejores y más ergonómicas disposiciones de las teclas. De hecho, todavía no se había inventado todavía el término ergonomía. Todo esto era irrelevante. Lo importante era imitar a los periodistas que salían en las viejas películas en blanco y negro, siempre con la réplica justa y ácida, y a punto de ganar el Pulitzer. Escribir era algo más que un medio de ganarse la vida, era el modo de destripar el mundo y darle un significado. Y, no nos engañemos, una vía tan lícita como otra de aproximarse a las señoritas con aviesas y carnales intenciones.

Ha pasado ya bastante tiempo desde que abandoné el mundo mecanico por el digital, pero todavía echo de menos el tableteo de las piezas metálicas sobre el carro. De hecho, uso un teclado mecánico para que el ordenador no me parezca tan frío y aséptico. Porque buena parte de las grandes obras de la Literatura con las que crecí y me eduqué se escribieron en esas máquinas llenas de fantasías.

Más información técnica

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