Linux es muy marrón
Menos mal que Ramón acaba de volver de Londres y me ha resuelto el problema. El caso es que la semana pasada la computadora agarró un virus muy malo, no sé dónde, porque yo no visito sitios raros, ni de pornografía. Bastante porno tengo yo todo el día como para buscar más en mis ratos de ocio. Nada más arrancar el windows y enchufar el modem salía un cartel de error muy feo y se reiniciaba el ordenador. Así una y otra vez. No me daba tiempo ni de ver el correo, o de consultar el saldo de mi cuenta en ING Direct (Sí, sí. Yo tengo mi dinero en ING. Soy puta, pero moderna). Y así no hay forma de funcionar.
Telefoneé a Ramón, que es un cielo, y vino enseguida. Me dijo que ya llevaba de vuelta un par de semanas. Me extrañó que no me hubiera llamado antes. Bueno, tras pelearse un rato con la máquina, me dijo que ya había limpiado el virus, que la cosa estaba cada vez peor, pero que él tenía la solución definitiva. Que me instalaba un linux de esos. Le pregunté si yo iba a ser capaz de manejarlo, que una es muy de sus cosas y sus costumbres, y ya estaba muy hecha a mi windows, y a mi outlook y al messenger. Ramón se rió un poco y me contestó que no me preocupara, que me iba a poner uno muy bueno y muy facilito, que sólo tenía que aprenderme los nombres de los programas nuevos, que funcionaban igual que los de windows, y una contraseña para hacer cuatro cosas. Yo confío mucho en Ramón y como me lo dijo todo tan convencido, le dije que bueno, que adelante, pero que no me quitara el windows del todo, por si me atrancaba en algo y tenía que usarlo. Él me tranquilizó, aclarándome que lo iba a dejar todo preparado para que al arrancar la computadora pudiera elegir linux o windows.
Mientras se instalaba el linux, nos dio tiempo a follar un poco. Noté una importante mejoría en la técnica de Ramón. No es que fuera el Nacho Vidal, pero ahora manejaba mejor los tiempos. Sabía que detrás de esto andaba una mujer, por lo que se lo pregunté sin rodeos. Me contestó que sí, que tenía pareja, una chica holandesa muy alta (me enseñó una foto de ella y, desde luego, era muy mona y parecía muy limpia) que había conocido en Londres y que se había venido con él a vivir aquí. Si es que es lo que digo siempre, la práctica lo es todo. También en los asuntos de cama, por supuesto.
Me alegré mucho. Ramón es un gran chico que se merece lo mejor. Además, siempre me enorgullece colocar a uno de mis clientes fijos con una buena mujer. Le dije que entendía que ya no me viniera a ver a menudo, pero que se pasara de vez en cuando. Es bueno para una profesional como yo refrescar sus conocimientos. Dudo mucho que en Holanda sepan nada nuevo en los asuntos de la jodienda, pero nunca se sabe... A través de Ramón iba a poder comprobarlo.
Después del folleteo y un cola-cao, Ramón supervisó mis primeros pasos en linux. Se llamaba ubuntu lo que me había puesto. A pesar de que eso sonaba a fiera africana, o a una de esas enfermedades tropicales incurables, así de nuevas era muy bonito y muy marrón. Y muy fácil de usar. Había de todo lo que yo manejo habitualmente. Además, Ramón había insistido mucho en que todos los programas eran libres. Ahí me ganó del todo, porque a mí me gusta mucho la libertad...
Pues ya me veis, vuestra Rebeca usando linux. Estoy tan contenta con él que no he vuelto a arrancar el windows. E incluso juraría que ahora, cuando me tiro a un tío, voy como más ligera, más firme. Es que no hay nada mejor que saber que una está trabajando sobre seguro.
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