2 de enero de 2007

Oigo voces (II)

¿Qué haces si todas las conchas de la playa son verdes? Tan sólo rogar que el rapto de insania no te convierta en un maldito poeta maldito.

Ayer salió el sol. En la tibia tarde, las mujeres volvieron a convertirse en piel dorada, en siluetas de deseo.

¿Por qué la gente compra ahora automóviles más grandes para familias más pequeñas?

Las tendencias en el vestir del varón urbanita cuando se va al campo (definiéndose campo como un espacio difuso que empieza 50 metros más allá del último mall de la periferia metropolitana, y englobando de la misma forma a la Amazonía, los hielos de la Antártida, un pueblo del Bierzo o una agrociudad de 50.000 habitantes) en la temporada otoño-invierno siguen dos grandes patrones-tipo:

  1. El look Quechua/Coronel Tapioca. Es decir, llevar forros polares capaces de soportar temperaturas inferiores a los -40 grados centígrados mientras se toman copas en una discoteca/pub/bar pueblerino atestado de nativos, pantalones de tejidos ultramodernos que lo aguantan todo menos una mancha provocada por una hamburguesa chorreando ketchup de un establecimiento de fast-food local, y botas preparadas para maratonianas marchas por terrenos abruptos, muy útiles cuando vas en coche a comprar el periódico, o pasas la tarde en el cibercafé de esa localidad.

  2. El look cazador Barbour. Este estilo es más propio de individuos de mediana edad y consiste en vestirse como si fueras acabar con toda la fauna en un perímetro de 1.000 kilómetros a la redonda: Gorra de cuadros para disimular la más que evidente calva, chalecos y/o impermeables que soportan la intemperie más desapacible aunque no se salga a la calle ni para subir al 4x4, y pantalones de pana que simulen rusticidad y campechanía. Los más audaces cierran el conjunto con unas botas de montar, aunque él y sus antecesores en un orden de seis generaciones no se hayan acercado a un caballo en su vida. Este vestuario se complementa con monstruosos vehículos de tracción a las cuatro ruedas, de relucientes cromados y brillantes e impolutas carrocerías, que lo más cerca que han estado alguna vez de una pista forestal o un camino de tierra es en el parking de un chiringuito playero, o de una franquicia comercial escandinava.

¿Hay algún vertebrado que juegue peor al fútbol que Emerson?

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