Igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches
Si uno vive en la impostura
y otro roba en su ambición,
¡da lo mismo que sea cura,
colchonero, rey de bastos,
caradura o polizón!...
El tango es más que música, tristeza y nostalgia, o sensualidad en movimiento. Es filosofía inmediata y vecinal. Una weltanschauung de arrabal, canalla y descreída. Esto es especialmente cierto en el caso de Cambalache, uno de los tangos más hermosos y sinceros de la tradición porteña, compuesto por Enrique Santos Discépolo. Poeta, actor, dramaturgo, compositor, cineasta. Este bonaerense sabio resumió en un puñado de versos toda la iniquidad del mundo moderno, en el que "hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor". Por eso la imagen del cambalache, que en Argentina es esa tienda de barrio donde se compra y se vende ropa, joyas y muebles usados. Donde se mezclan sin escrúpulos, azarosamente la buena y la mala mercancía, el cachivache roto o deteriorado y la alhaja conservada por una familia durante generaciones. El Mundo Moderno como una inmensa y abarrotada trapería donde no hay criterio que delimite lo justo y lo injusto. Donde "todo es igual! / ¡Nada es mejor! / ¡Lo mismo un burro / que un gran profesor!". Al final, como señala irónicamente Discépolo, nos veremos todos en el Infierno.
Filosofía de barrio, calentada por un bandoneón y verbalizada por acentos arrastrándose en lunfardo. La lúcida crítica del que sabe que "vivimos revolcaos / en un merengue / y en un mismo lodo / todos manoseaos".
De Cambalache hay docenas de versiones. Yo he eligido tres, que son las que les ofrezco para que aprecien los matices que cada intérprete puede aportar. El canon de Gardel, los registros interpretativos de Tita Merello, o el cínico desgarro del Polaco Goyeneche.
Gracias por la inspiración, silmarillion
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