Cuestiones eminentemente desnudas

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En este punto creo que el amable solicitante anda un tanto despistado. Si no recuerdo mal, y aunque hace muchos años que no veo los míticos documentales de sobremesa de la 2, creo que la mayor parte de las gacelas que aparecían en esos animados y sangrientos films didácticos solían ir completamente desnudas. Es más, me atrevo a afirmar que hasta un punto que rozaba lo obsceno. Sobre todo las Thomson. Ahora bien, el hecho de que los leones, los hipopótamos, las jirafas, los elefantes y el resto de alimañas de la sabana procelosa también se paseen por ella completamente desnudos quizás embota un poco los sentidos y uno puede llegar a perder la perspectiva. Pero no, mi querido amigo, no tema. Puede usted ver/adquirir el 99.3 % de documentales de gacelas con la total seguridad de poder gozar de ellas en su íntegro esplendor corporal.

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He aquí la típica consulta que te deja desconcertado y de la que sabes perfectamente que no vas a salir con bien. He revisado con detenimiento la bibliografía existente sobre la materia y sólo he sacado en limpio la enorme diversidad de formas, tamaños, materiales, inclinaciones, derivas, etc existentes. De la gracilidad de la de un clipper, a la enormidad monstruosa y casi omnipotente de la de un superpetrolero moderno. Como en el caso de las gacelas, las he encontrado en su estado natural en completa y desfachatada desnudez. Luego no entiendo ese énfasis especial. Aunque soy de natural liberal y entiendo todos los fetichismos y debilidades de la atormentada alma humana, no encuentro un remarcable atractivo libidinoso en una popa, por muy desnuda que esté. Acaso sea su humedad, acaso su inevitable naturaleza marina. No lo sé. Quizás es que me estoy perdiendo algún detalle vital, alguna novedad excitante que convierte en cuestión de vida o muerte esta búsqueda desesperada. Ya les dije que esto no iba a salir bien.

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Por fin un territorio próximo... Y no me jacto de ello, ni presumo de vivir sofocado por ellas, pero una teta es algo más cercano, más inmediato, más familiar. La contemplación de unos pechos de geometría perfecta produce en el macho sapiens una paz inefable, un tránsito casi místico a niveles superiores de la conciencia. Y si estos pechos están libres de cualquier atadura, cortapisa o valladar la dicha es suma. Llámenlo fijación oral, llámenlo vicio, llámenlo como quieran... En esta materia sí es muy relevante el estado del objeto de la pesquisa, ya lo creo. Mi anónimo comunicante, en estas cuitas encuentra en un servidor a un camarada, a un cómplice, a un hermano de armas. Ahora bien, desde la confianza que nos permite nuestro común anhelo he de criticar su cortedad de miras. Aunque no seré yo el que en esta materia desdeñe los volúmenes generosos, ello no implica ignorar la grácil y casi letal plasticidad de un pecho pequeño en sazón. Así que no descarte los (inolvidables) placeres que una teta menuda le puede procurar. Créame.

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