Cuestiones eminentemente textiles
El amable comunicante busca la diversión y la risa amable que se puede esconder bajo la vestimenta habitual del varón, ya que, como todos bien sabemos, un hombre de pro, un caballero como la norma indica ha de facilitar a su compañero de juegos habitual, sea del sexo que sea, la sana carcajada cuando muestre sin rebozo su cuerpo juncal. Que no les amedrente la aburrida práctica cotidiana. Muéstrese, querido amigo, como el semental que es y guarde las joyas de la corona con prendas que muevan a la chifla y a la mofa. Percutir no sé si va a percutir más, pero al menos no estará tan tenso.
En esta consulta detecto cierto error de cálculo, puesto que parece existir un consenso en el hecho de que las chicas desnudas, para que ese calificativo merezca realmente la pena, han de viajar muy ligeras de equipaje y prescindir totalmente de cualquier prenda sobre sus tibios cuerpos. Hasta aquí lo que dicta el saber popular. Ahora bien, tras esa enigmática petición intuyo apetitos sexuales sin límite y novedosas prácticas eróticas que necesiten que ciertas prendas sean compatibles con cierto grado de desnudez. Aquí hay tema, sin duda. Exijo al anónimo lector que concrete un poco la cuestión. Sea usted generoso y muéstrenos el recto camino.
He aquí un búsqueda concreta, medida, sensata y factible. ¿Quién no conoce decenas de sanos y prometedores muchachos que con su esfuerzo y sacrificio se están labrando un brillante futuro y que, sin poner en peligro todo esto, porten o sean partidarios de esa prenda moderna e informal? Yo prácticamente tengo que abrirme paso entre ellos cuando camino por las calles. Son nuestros vecinos, nuestros veterinarios, nuestros obstetras. Ejércitos disciplinados vestidos de azul proletario y desgastado. Ya están aquí. Están por todas partes. Toda resistencia es inútil. All our base are belong to them.
Esta propuesta tiene su enjundia. Por un lado tenemos la cuestión práctica de intentar camuflar a una agradable señorita cuando sólo pueda lucir sus prendas más íntimas. Por el otro, el divertido y prometedor juego de intentar encontrar a la jovencita mimetizada en el entorno y quitarle esa lencería, por lo que dejaría de estar camuflada y el entretenimiento se prolongaría con nuevas actividades. Ahora bien, hay que tener en cuenta unos cuantos condicionantes que hacen difícil el camuflaje. Si la señorita es un ejemplar de sobresalientes cualidades físicas el varón de la especie es capaz de desarrollar y agudizar sus sentidos para que la susodicha dama deje de estar oculta lo antes posible. Que suele ser cuestión de segundos. Y, ulteriormente, no hay que olvidar el entorno. No es lo mismo camuflar a una señorita si está en una catedral gótica, el nevado páramo siberiano, una base militar, o la estación de autobuses de una gran urbe. El medio, obviamente, es el mensaje.
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